A Triana hay que entrar por el puente

A Triana, Cruzando el puente de Triana

A Triana hay que entrar por el puente, claro, por el que el siglo XIX le regalara a Sevilla, que al fin dispuso de un paso moderno que la uniera con su arrabal más importante.

Y al hacerlo es el momento de fijarse en la gente con la que os cruzaréis, en los trianeros que abandonan su universo y se dirigen hacia Sevilla. En sus caras notaréis el orgullo de saberse poseedores de una identidad especial, de un origen único, de pertenecer a un barrio que desde sus orígenes ha existido casi aislado del resto de la ciudad para bien o para mal.

 

Mira si soy trianero,

que estando en la calle Sierpes

 yo me siento forastero.

 

Como dice esta soleá, que simboliza a la perfección este sentimiento y que solía cantar el artista gitano Manuel Molina.

Manuel Ferrand, escritor y columnista de ABC además de profesor de la facultad de Bellas Artes de Sevilla, publicó en el año 1976 un libro titulado Calles de Sevilla. En él explicaría el porqué de ese sentimiento trianero de la siguiente forma:

Casi no tenían que cruzar el río, ir a Sevilla (que Sevilla para los trianeros, fue siempre lo que queda de la ciudad a partir del puente). Más o menos, tenían lo suficiente: una catedral para el avío, en la bellísima parroquia de Santa Ana; procesión del Corpus, en la llamada del “Corpus Chico”, en la infraoctava; cofradías espléndidas de tradición, imágenes, fastos y popular raigambre; y Feria propia, la velá de julio, la que hoy se mantiene a contrapelo y como desfasada reliquia, pero que por mucho tiempo fue fiesta grande y patronal del barrio. Por tener, contaba con cementerio propio y estación de ferrocarril.

Como unas vecinas más, también salen por este puente hacia Sevilla, bendiciéndolo todas las Semanas Santas, las Vírgenes del barrio. El periodista y escritor Antonio Burgos nos lo recordó en uno de sus recuadros publicado en ABC:

(…)Pasa la Reina de la Calle Larga, la Morena del ancla de Esperanza. Pasa una regia Señorita del Patrocinio. Pasa la Reina de la Mañana, La que es su Estrella. Pasa La O, que Triana, el Viernes por la tarde, se escribe con O. Ojo por ojo: los hermosos ojos de las Vírgenes de Triana sobre los grandes ojos del puente (…)

 

Además de Jesús de las Penas de la hermandad de la Estrella, de Jesús Nazareno de la hermandad de la O, del Santísimo Cristo de la Tres Caídas de la hermandad de la Esperanza de Triana y de los titulares de la hermandad del barrio de San Gonzalo, Nuestro Padre Jesús en Su Soberano Poder ante Caifás y Nuestra Señora de la Salud, también sale hacia Sevilla por este puente, el Cristo de la Expiración, el Cachorro.

La mano diestra hacia la ruta que lleva al mar, la mano siniestra hacia las fuentes-madres del río. Sobre el cauce del gran río hiperbólico de Sevilla-todo símbolo-, queda el Cristo un momento. Y Cristo, puente y río son una conjunción de símbolos ingentes.

 

De esta forma Lo describe Rafael Laffón cruzando el puente en su libro Discurso de las Cofradías de Sevilla publicado en 1941.

Continuará.

José Javier Ruiz, del libro Callejeos por Triana

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