Juan de Pineda: ¿Quién fue?

Hay en Triana una calle que, como todas las del Turruñuelo, al pasear por ella parece que  nos transporte a otra época con su poco tránsito, sus casitas bajas, construcciones sencillas, vecinos sentados a la puerta de las casas si hace buen tiempo… Me refiero a la calle Juan de Pineda.

En la que fue una zona entre huertas donde se asentaron trabajadores atraídos por la pujanza de la alfarería y de la industria cerámica de Triana, las calles no tuvieron nombre hasta 1950. En esta fecha a una de ellas la llamaron Juan de Pineda. Pero, ¿quién es este personaje al que se recuerda en Triana con una calle?

Index Librorum Prohibitorum

Juan de Pineda fue un teólogo jesuita que nació en Sevilla en 1558; enseñó filosofía y teología y fue consultor de la Inquisición española. Como tal, visitó las bibliotecas principales de España y elaboró el «Index Librorum Prohibitorum», o lo que lo mismo, un Índice de libros prohibidos (los que en la época, por su contenido, se consideraban perjudiciales para la salvación de las almas), que ganó el aprecio de la Inquisición y del inquisidor general. Como curiosidad, decir que en aquella época era necesaria una licencia especial para leer «libros prohibidos» y que salvo autorización expresa, no se tenía la libre disposición de los mismos; quien los tuviera no podía venderlos, sino que debía entregarlos a los inquisidores.

No obstante, no se le recuerda en Sevilla y Triana por esto, ni mucho menos.

Este hombre, fue un intelectual de talla y teólogo de reconocido prestigio. Fue un hombre religioso que estuvo implicado plenamente en los grandes temas de la espiritualidad sevillana de su  época y cuya fama, que ganó por su erudición y santidad, quedó atestiguada de muchas maneras, pero por lo que más se le recuerda es por lo siguiente:

Veréis, por aquel entonces había abierta una controversia dogmática entre cristianos devotos acerca de la concepción Inmaculada (o no), de la Virgen María.

Mientras que unos, encabezado por los dominicos consideraban que la Virgen nació con el pecado original y Dios se lo absolvió cuando engendró a Jesús, según la tesis de  Santo Tomás (tesis tomista),  la orden franciscana, no menos poderosa, aunque sí menos erudita, adoptó una postura opuesta, que la Virgen por privilegio divino, nació sin mancha original.

La batalla entre las dos grandes Órdenes de la Iglesia comenzó en 1387 en la Universidad de París y habría de continuar durante casi cinco siglos.

La creencia en la Inmaculada Concepción suscitó acaloradas disputas teológicas no sólo  entre eruditos, pensadores, Papas y órdenes religiosas, sino que el pueblo, instituciones civiles y  universidades tomaban partido por una u otra postura (los Papas de la época no se habían definido ni existía dogma sobre el tema).

En este contexto los teólogos españoles y abiertamente Juan de Pineda, concepcionista declarado, defensor a ultranza de esta postura tal y como describe en sus conocidos sermones, desempeñaron un papel preponderante durante todo este largo período de disputas. 

Juan de Pineda demostró grandes conocimientos, teologales, filosóficos y morales que usó en defensa del Misterio de la Inmaculada Concepción, en contraposición a las tesis tomistas defendidas por los dominicos.

En Sevilla, incluida Triana, el pueblo sencillo estaba claramente  y sin duda ninguna, a favor de la tesis de la Inmaculada Concepción.

En este estado de cosas, ocurrió en Sevilla un incidente que sería un punto de inflexión en este asunto.

Ocurrió que en las fiestas de la natividad de la Virgen, el 8 de Septiembre de 1613, en el convento dominico de Regina Angelorum hoy desaparecido, el prior de esta orden «que no era nacido en esta tierra», pronuncia un sermón que levanta ampollas entre los sevillanos, por defender la postura tomista «…la opinión menos piadosa acerca de la Concepción de la Reyna de los Angeles…».

Sevilla reacciona a esta ofensa a su fe, tomando partido claramente por el «bando inmaculista»,  teniendo que dedicarle «…gran cuidado…» a la familia de quien provocó tal alboroto en la ciudad, para que no recibieran la ira del pueblo que los mal miraba y los perseguía.

Este escándalo, trajo consigo «…grandes demostraciones públicas en desagravio…» tales como «solemne procesión», fiestas de particulares y de comunidades, etc… en las que los sevillanos intervinieron al unísono en esta cuestión teologal que sentían como algo propio.

La totalidad de las cofradías y por supuesto las de Triana, hicieron actos de desagravio por la ofensa del prior de los dominicos.

El incidente llega a Roma: la ciudad de Sevilla pide al Papa que se pronuncie.

El Papa, aunque no define el dogma, se pronuncia e  impone «perpetuo silencio a la contraria opinión».

Cuando la noticia llegó a Sevilla, fueron incontables las muestras de alegría. Y la ciudad resolvió obligarse con voto a la defensa y creencia de este Misterio.

El 7 de diciembre de 1617, se celebró una misa pontical en la que predicó  el Padre Juan de Pineda y donde tras el sermón, empezando por el obispo, “comenzó el juramento de tener y defender la opinión de que la Virgen Nuestra Señora fue concebida sin pecado original”. Juraron todos los presentes, eclesiásticos, nobles guerreros, autoridades civiles, fieles y por supuesto, Juan de Pineda quien además publicó la indulgencia de cuarenta días que  el Arzobispo concedía a todos los asistentes.

Triana, al definirse más adelante el dogma de la Inmaculada Concepción, dedicó una calle a la Pureza Inmaculada de María, que el pueblo simplificó en una sola y acertadísima palabra: “calle Pureza”. Y rinde homenaje a la Inmaculada Concepción con este azulejo situado en la Plaza del Altozano, junto a una de las entradas del Mercado.

El azulejo, de Cerámica González, es una copia del cuadro de la Inmaculada de los Venerables, de Bartolomé Esteban Murillo, que se conserva en el Museo del Prado y sustituyó a otro emplazado en ese lugar en 1952, que se perdió al restaurar el Mercado.

Además Triana rinde homenaje al Padre Juan de Pineda, personaje que como se ha referido sobresailó en la defensa del dogma Concepcionista, dándole nombre a una de sus calles.

Sevilla también le rinde homenaje a Juan de Pineda colocando su estatua, junto a otros tres personajes que sobresalieron en la defensa del dogma (el poeta Miguel Cid, el escultor Juan Martínez Montañés y el pintor Bartolomé Esteban Murillo), en la base del monumento a la Inmaculada de la plaza del Triunfo.  La parte superior del mismo está coronado por la imagen de la Inmaculada Concepción inspirada en la obra que Murillo realizó para el hospital de los Venerables.

Como curiosidad sobre el tema comentar que al estar la universidad de París en el origen de esta controversia y luego todas las universidades implicadas en el tema, es por lo que al definirse el dogma, los universitarios de Sevilla rondan a la Inmaculada cada madrugada del 8 de diciembre víspera de su fiesta.

 

  Pío IX pronunció la palabra definitiva declarando el dogma, el 8 de diciembre de 1854

 “Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina de que la Bienaventurada Virgen María, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, es doctrina revelada por Dios, y por lo tanto debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles.”

Sin embargo, la Madre de Dios quiso poner punto final, Ella misma, a esta pugna de 18 siglos. Respondiendo a los reiterados pedidos de santa Bernardita para que dijera quien era, en 1858 respondió en Lourdes:

“Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Elaboración propia: El Diario de Triana 

Fuentes consultadas:

  • Programas Iconográficos de la Pintura Barroca Sevillana Del Siglo XVII – J. Fernández López
  • El Consejo de la Suprema Inquisición – J.R. Rdguez Besné
  • Biografía de Sevilla – S. Montoto
  • Anales eclesiásticos y seculares de Sevilla- Diego Ortiz de Zúñiga.

Origen de las imágenes:

  • Google

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