La fiebre amarilla y Triana

Real Parroquia Santa Ana
Foto del archivo de la Universidad de Sevilla

¿Sabías que Triana fue incomunicada por una terrible epidemia de fiebre amarilla?

La enfermedad empezó en la ciudad de Cádiz, pero pasó rápidamente a Sevilla.

A finales de agosto de 1800 se inició en Triana esta enfermedad epidémica, con tanta velocidad, que a los pocos días se llenaron las bóvedas y las sepulturas de la iglesia de Sra. Santa Ana de tantos cadáveres que su fetidez hizo que el día 27 del mismo mes se tomara la decisión de trasladarlos al Convento de San Jacinto y que éste sirviera de Parroquia, cerrando la de Santa Ana y tabicando sus ventanas y bóvedas, siendo necesario hacer una zanja, a modo de fosa común en el campo, donde enterrar los cuerpos.

Año 1833 – Triana incomunicada

Sevilla no olvidaba que en septiembre de 1800, había sufrido una de las peores epidemias de su historia. Tras ese episodio y ante un nuevo brote de esta epidemia en 1833, se toma la decisión de incomunicar a Triana con la consiguiente indignación de los vecinos y muestras heroicas de personajes anónimos.

Esto es lo que se recoge en los anales de Sevilla:

 

epidemia

“El día nueve de septiembre agravándose la enfermedad en Triana, decidió la Junta evitar comunicaciones con aquel foco de insalubridad, de cuyo efecto se hizo cortar el puente, retirándose a la orilla opuesta los buques surto en los muelles del contagiado barrio, con este motivo los habitantes de Triana promovieron un alboroto, que hubiese tomado terribles proporciones sin la energía del Sr. Beneito que se situó a la embocadura del puente, para sostener el edicto incomunicativo, al 2º Batallón de voluntarios realistas y cincuenta plazas de la Ciª de Escopeteros que impusieron con su actitud a la turba sediciosa. El día 10 crecieron extraordinariamente las causas de sobreexcitación en el incomunicado barrio, pues el incremento espantoso de la epidemia se agregó la falta deplorable de asistencia facultativa por fallecimiento de algunos médicos y resistencia de otros á pasar el  puente en auxilio de los míseros apestados, dándose el triste ejemplo de conducir a Triana entre bayonetas a ciertos profesores, que desatendieran las repetidas intimaciones de la Junta y las ordenes terminantes de la autoridad.

Tanto el clero, como las comunidades religiosas, dieron entonces muestras inolvidables de abnegación y heroísmo, acreedoras a señalada memoria en estos Anales, y el estado de mortalidad de las clases eclesiásticas denuncia en su elevada cifra el sacrificio generoso que impusieran en cumplimiento de sus sagrados deberes.

El convento de San Jacinto se arbitró para casa de curación de los coléricos del barrio. Pasando los frailes de dicho convento al de San Pablo en Sevilla.»

 

 Manuel Mediano Vargas

Fuentes consultadas:

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