«Mi novio es cartujano/ pintor de loza,/ que pinta palanganas/ color de rosa…».
1840. Llega la loza inglesa…
El día uno de enero se cuece el primer horno de loza de una de las industrias más importantes de Andalucía: La Cartuja.
Un inglés, Charles Pickman, adquirió el desamortizado monasterio para instalar allí una fábrica de objetos de loza y porcelana. Llegaron maestros de la lejana isla que enseñaron sus técnicas a profesionales del barrio y la ciudad. Más de 1500 cartujanos, hombres y mujeres, generaron una de las leyendas laborales que quedó en la copla popular; pues como el paso de las cigarreras camino del tajo más allá del puente, el de las muchachas cartujanas constituía otra bella estampa costumbrista que arraigó en la memoria de Sevilla.
Ángel Vela Nieto
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