Matilde, artesana de la cerámica de Triana

Todos sabemos que Triana es barrio de alfareros y ceramistas.

Antiguamente las tiendas de cerámicas u ollerías de Sevilla se repartían tanto dentro como fuera de la ciudad, no obstante la insalubridad de estas industrias en especial los humos y la incomodidad que suponía el abastecimiento de las materias primas (barro, leña para los hornos, etc), propició que con el tiempo se desplazaran a la periferia, concentrándose a la otra orilla del río en el arrabal de Triana; La cerámica sevillana tomó entonces el nombre de nuestro barrio.

Esto fue así durante años, basta pasearse por la calle Castilla, Antillano Campos o Alfarería para comprender lo que supuso la cerámica en el barrio. Algunos hermosos edificios que albergaron dichas fábricas siguen en pie, testimonios visibles de lo que fue la cerámica en Triana.

En la actualidad, Triana ya no cuenta con la cantidad de empresas de cerámica y loza que llegó a albergar y que le dieron la fama.

No obstante, algunas empresas continúan y mantienen la tradición; sobreviven al paso y los avatares del tiempo. Eso sí, adaptándose a las necesidades y los gustos de los nuevos tiempos.

Si paseamos por la zona podemos apreciar, además de las fachadas de las antiguas fábricas hoy cerradas, algunas empresas de cerámicas operativas.

Algunas han pasado de alfarerías a talleres de artistas, donde maestros ceramistas realizan verdaderas obras de arte.

Otras, han pasado de ser meras tiendas de objetos de menaje doméstico, a ser hermosas tiendas de objetos de decoración y mas o menos renovadas, continúan con su tradicional labor.

Es el caso de la tienda de cerámicas de Matilde: Cerámica Altozano

Propietaria y artesana se inició en este oficio casi por incercia, porque era lo que hacían sus padres y hermanos. Lo aprendió y le gustó, así que lleva en esto desde siempre.

Entrar en su establecimiento es una mezcla de nostalgia y novedad.

Junto a la tradicional cerámica de barro cocido,(macetas, huchas,..) o la clásica cerámica trianera decorada en azul y amarillo, se encuentran innovadores decorados; una alegre combinación de colores para todo tipo de recipientes de menaje o decoración. Estas decoraciones siempre van cambiando.

Aunque algunas piezas se hacen de manera industrial, el trabajo artesano se sigue haciendo como antaño.

Matilde, mientras sigue con su faena, cuenta que la mayoría de las piezas se siguen decorando a la usanza tradicional.

La técnica de cuerda seca, pongamos por caso, (que nos ha llegado desde los árabes) es muy usada. Eso sí, con algunas mejoras. Por ejemplo, el pincel de pelo de mulo se sustituyó por las perillas pero el trabajo manual es el mismo.

Es fácil de reconocer las piezas hechas a mano ya que no hay dos piezas idénticas.

Lo que sí es cierto, comenta, es que los cuadros de azulejos con paisajes de la cuidad, o escenas cotidianas, o retratos de imágenes titulares de hermandades, etc, ya no se pintan a mano salvo por encargo. Aunque antes se vendían mucho, es pura cuestión de precio; la serigrafía es mucho mas barata y los resultados estupendos.

Al preguntarle por la situación de la cerámica en la actualidad, comenta con naturalidad que aunque han tenido épocas más brillantes, la cerámica se sigue vendiendo, encargos no les faltan.

Es un continuo chorreo de pedidos, tienen su clientela fija para regalos, encargos para recuerdos por nacimientos, comuniones…

Además ahora se acercan bastantes turistas a Triana para conocer su cerámica. Espera que cuando se abra el «Museo de la Cerámica» los turistas se animarán más.

Lo único que apena a Matilde es que siendo estos negocios familiares por tradición, la gente joven de la familia no parece tener mucho interés en continuarla. Teniendo estudios como tienen, lo que es estupendo, prefieren dedicarse a otros menesteres. Y si están en la cerámica es circunstancial.

Esperemos que esta profesión tan arraigada en el barrio no decaiga y continúe formando parte de nuestra cultura popular.

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