Santa Ana y su Velá

Como cada año Triana celebra su Velá.

La Velá de Santa Ana tiene su origen en la romería que tenía lugar en la Parroquia de Santa Ana desde finales del siglo XIII en honor a la patrona del barrio y que tenía antiguamente como acontecimiento central la procesión. El culto a la Santísima Patrona de Triana Nuestra Señora de Santa Ana según el rito ancestral castellano, consistía en sacar a la imagen alrededor del templo, siendo velada toda la noche.

De modo que fueron los cultos religiosos el motivo de esta costumbre que ha dado orígenes a la Velá y que actualmente se mantienen.

El culto a la Señora Santa se remonta a la época de Alfonso X, “El Sabio”, cuando al padecer el Rey una grave enfermedad en los ojos, acudió a los remedios divinos intercediendo a la Señora, prometiendo que si le devolvía la salud le erigiría un templo en su nombre como así fue. Ver más

La veneración y devoción a la Señora Santa Ana alcanzó tal esplendor que desde el Aljarafe venían a postrarse ante la Ella.

Santa Ana es Patrona de las Almas Piadosas, Protectora de las mujeres que no pueden tener hijos y de las abuelas.

Todas estas manifestaciones religiosas dieron origen a que los vecinos festejaran con jolgorio el día de la Santa, siendo velada desde las doce horas del día de Santiago hasta el atardecer del día de su onomástica.

Esta fiesta familiar, en un principio alrededor del Templo, fue alcanzando fama, ya que venían vecinos de toda Sevilla y llegando su popularidad hasta hoy.

Honramos a Santa Ana como madre de la Virgen María pero ¿cual es su historia?

Historia de Santa Ana:

Lo que se sabe de Santa Ana nos ha llegado por la tradición ya que nada dicen los evangelios. Esta es su historia.

Vivía en aquellos tiempos en tierras de Israel un hombre rico y temeroso de Dios llamado Joaquín, perteneciente a la tribu de Judá. A los veinte años había tomado por esposa a Ana, de su misma tribu, la cual, al cabo de veinte años de matrimonio, no le había dado descendencia alguna.

Joaquín era muy generoso en sus ofrendas al Templo. Un día, al adelantarse para ofrecer su sacrificio, un escriba llamado Rubén le cortó el paso diciéndole: «No eres digno de presentar tus ofrendas por cuanto no has suscitado vástago alguno en Israel».

Afligido y humillado, Joaquín se retiró al desierto a orar para que Dios le concediera un hijo. Mientras tanto Ana se vestía de saco y cilicio para pedir a Dios la misma gracia. No obstante, los sábados se ponía un vestido precioso por no estar bien, en el día del Señor, vestir de penitencia. Estando así en oración en su jardín suplicaba a Dios con estas palabras: «¡Oh Dios de nuestros padres! Óyeme y bendíceme a mí a la manera que bendijiste el seno de Sara, dándole como hijo a Isaac».

Al decir estas palabras dirigió su mirada al árbol que tenía delante y, viendo en él un pájaro que estaba incubando sus polluelos, exclamó amargamente y con repetidos suspiros:

«¡Ay de mí! ¿A quién me asemejo yo? No a las aves del cielo, puesto que ellas son fecundas en tu presencia, Señor.»

La humilde súplica de Ana obtuvo una respuesta inmediata de lo Alto. Un ángel del Señor se le apareció anunciándole que iba a concebir y a dar a luz, y que de su prole se hablaría en todo el mundo. Nada más oír esto prometió Ana ofrecerlo a Dios al instante. Al mismo tiempo Joaquín recibió idéntico mensaje en el desierto, por lo cual, lleno de alegría, volvió al punto a reunirse con su esposa.

Y se le cumplió a Ana su tiempo y al mes, noveno alumbró. Cuando supo que había dado a luz una niña, exclamó: «Mi alma ha sido hoy enaltecida.» Y puso a su hija por nombre Mariam.

Santa Ana es una figura singularmente atractiva, amable y consoladora para cuantos, al trasponer el umbral de la vejez, se sienten de pronto invadidos por la penosa impresión de haber vivido una vida inútil, carente de sentido. Es entonces cuando miramos a nuestra querida Santa Ana, su vida oscura, sin trascendencia aparente, en contraste con la altísima misión que estaba cumpliendo sin saberlo. ¿Quién sabe a lo que uno está destinado?.

Nuestra misión en la tierra es quizá lo contrario a lo que habíamos pensado; porque las misiones son cosas divinas, ocultas por lo regular, y se cumplen sin que tengamos conciencia de ellas. Así fue en el caso de Ana: Era la Madre de la mayor criatura que ha habido sobre la tierra después de Jesús y Abuela del Redentor.¡¡Y ella no lo sabía!!

¡Salve Señora Santa Ana, Triana está a tus pies!

 

Elaboración propia: El Diario de Triana

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