Luisa Triana fue una extraordinaria bailaora que halló en la pintura la prolongación de su apasionada fe dancística; el baile es su vida como lo fue en su padre el célebre Antonio Triana, aquel genial coreógrafo e intérprete al que adoptaron las productoras de Hollywood para musicales con sabor latinoamericano.
Un día recordamos en El Ancla, su regreso al barrio natal -se cumplían veinticinco años- anhelando sus raíces, la Triana de la que su progenitor le hablaba con profunda nostalgia allá en América donde padre e hija llegaron tras la guerra civil. Tuve la fortuna de ser su introductor en un ambiente que le sorprendía a cada paso, y tuvo claro que ya nada la separaría de la vera de su río.
Luisa dejó de bailar, después de dirigir su propia compañía y la escuela de baile de las Vegas, y en Triana, tras una etapa en la que ejerció de maestra, su ocupación principal ha sido la de pintar el baile, lo que al cabo se convirtió en una apreciada obra, muestra de la cual expuso en Moscú, después de haberlo hecho en París. Luisa es una entusiasta joven de 84 años.
Ángel Vela Nieto.
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