ABANICA TU LIBERTAD

Ha amanecido un domingo de primavera bonito y festivalero. Cuando he despertado he tenido la enorme sensación que las compuertas de la libertad estaban bien abiertas y he hecho memoria, “¿Se me olvidó anoche cerrarlas?” ¡Madre mía que no se hayan dado cuenta! He ido incluso a la entrada de casa a ver si la policía había metido la sanción por debajo de la puerta y no, no había nada. Más tranquila y sosegada he vuelto a asomarme al balcón.

Mis plantas estaban insultantes y las gitanillas desgranado rojos por doquier. El aire era suave, tan dulce como es en primavera de mayo entre tanto el silencio bostezaba sus primeros desperezos.

Las campanas de la O revoloteaban como pajarillos y, terminando la calle Castilla, también se oía el repique de Patrocinio. Todo a mi alrededor vociferaba templada alegría de libertad y ha sido cuando he caído en que sus compuertas anoche, a las cero horas, cayeron sus murallas, sus decretos y restricciones, por fin éramos libres después de largos meses de achicados nuestros derechos, robadas sensaciones y una tierna algarabía me ha invadido, pero me ha durado poco, Triana, enseguida ha llegado mi juicio a susurrarme “Mi arma disfruta de tu albedrío, pero no acosta de los otros. No olvides que tu libertad termina donde empieza la de tu vecino”

Y mi memoria se ha ido refrescando con los rayos glotones de un sol primaveral y ese cafelito de primera hora que te hace despertar a tu nuevo día… Mi pensamiento gira y gira a una idea, esa realidad terca que se obstina en cantarme las cuarenta “El estado de alarma terminó, me devolvió lo que es mío, sin embargo, ahí fuera sigue nuestro enemigo, esa pandemia de cada vez más caras y agresividad. Usa bien tu libertad, trianera. No creas que todo acabó. Hoy comienza una nueva batalla que se llama responsabilidad.

Ya gritó el poeta cordobés Manuel Reina…

“¡Viva la libertad! La turba grita,

Cuando, furiosa, al mar se precipita

Y todo cuanto ve quema y destruye…”

Pues eso, mi querida Triana, vive tu nueva libertad, abanícala con precisión sin destruir la de tu vecino, la Covid no se marchó

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora