Adiós, Dulcinea, adiós…

DSC04181-dulcinea

Otro bar de siempre que desaparece.

Adiós, Dulcinea, adiós…

Lo abrió Juan allá por el principio de los 70, en la nueva calle Aracena y lo nombró como el delirio amoroso del caballero más Quijote. Juan era un manitas y se encargó de todo el trabajo de carpintería de su bar; también fue un buen cocinero y allí llevaba yo a mis niñas a degustar sus sabrosos guisantes con jamón.
En el Dulcina solía encontrarme, tras mi semana de viaje, con uno de los más singulares poetas de su generación, José Luis Núñez, vecino del cercano núcleo Santa María, y hablábamos de tebeos; él siempre esperaba que yo regresara con «el cofre del tesoro» lleno de ejemplares antiguos, de aquellos que adornaron de ilusiones nuestra niñez. Allí también conocí a muchos de sus camaradas: Rafael de Cózar, Joaquín Márquez, Carmelo Guillén… Y así hasta el nefando mayo de 1980, cuando en plena juventud, nos dejó. Curiosamente, en ese mismo año, Juan mandó decorar su local con un mural «quijotesco» que miré siempre fijándome en la fecha que lucía como si saludara a mi amigo.
Treinta y cinco años después, y ahora que su hija Belén se empeña en que su memoria y su obra prevalezcan, el Dulcinea, su Dulcinea de tantos recuerdos, desaparece. Cuando pasaba por delante pensaba: «El Dulcinea es de lo poco que José Luis reconocería de su Triana…». Pues ya ni eso, inolvidable amigo, ahora se va a llamar «Majaretta». Así está el mundo que dejaste…

Ángel Vela Nieto

El Ancla cerró. Éste dejará de ser lo que fue durante años…¡Pasa la vida, pasa la vida!

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion