Y ahora regresamos por la calle Alfarería

Hotel Triana, Alfarería, Triana
Regresamos al interior de Triana por Alfarería

Ahora toca regresar, toca volver a zambullirse en Triana, de la que casi nos hemos salido. Y lo haremos por la calle Alfarería.

Este primer tramo que andaréis comienza al otro lado de la Ronda de Triana, así que volved a cruzarla y dirigíos hacia una plazoleta junto a unos terrenos deportivos que veréis a vuestra derecha. Toda esta zona era la usada por los tejareros para extraer el barro para sus hornos. Por lo que aquí hubo hasta hace bien poco unos hoyos enormes formados por la continua extracción de tierra, socavones que se solían llenar con el agua de la lluvia dando lugar a profundas lagunas, que incluso aparecen en los planos de finales del siglo XIX. Solamente existían viviendas en la acera izquierda que eran las traseras de la paralela calle Castilla, formándose un callejón que se le llamó de Portugalete, según refiere Manuel Macías en su libro El Caserío. Hasta que poco a poco se fueron levantando casas en la acera de enfrente, creándose una calle que en algunos planos aparece rotulada con el nombre de Tejares. Con el tiempo se edificó una barriada y la plaza de la Virgen de la Amargura sobre los terrenos del Tejar de la Morera.

Recorredla hasta llegar al cruce con la calle Pinzón. Si continuáis al frente pasaréis por la espalda del Centro de Día para Personas Mayores Triana hasta llegar, un poco más adelante, a un amplio cruce, la unión de la calle Alvarado con Clara de Jesús Montero.

Como ya se dijo ambas formaban parte del foso que se dirigía hacia el río. Si antes lo cruzamos por la Alcantarilla de los Ciegos ahora toca recorrerlo, así que torced hacia la derecha y subid la calle Clara de Jesús Montero. Al frente dejaréis el siguiente tramo de la calle Alfarería y a la izquierda la calle Alvarado, el antiguo Callejón del Vinagre, conocido con ese nombre hasta 1859 por existir almacenes de ese producto en ella.

Justino Matute dejó recogido en su libro Aparato para escribir la historia de Triana una pequeña reseña de la trianera Clara de Jesús Montero:

Vistió Clara el hábito de los Mínimos de S. Francisco de Paula en su convento de la Victoria de Triana, y á los veinte y dos años profesó su tercera orden, haciendo votos de castidad y de observar vida cuaresmal en que se había egercitado desde su niñez, y á los cuarenta años de su edad los amplió con los de pobreza y obediencia, que ántes había observado (…)

 

Recordad que la calle dedicada a esta mujer santa formaba parte del altozano primitivo donde según la teoría de la doctora Díaz Garrido estuviera localizada la alquería de Triana, aquella explotación agrícola originada en una villae romana que se ubicó en estos terrenos altos a salvo de las crecidas del río. Después, al construirse el foso, la calle formó parte de los límites de la otra Triana, el arrabal almohade. Y fuera de esos límites, justo donde estáis ahora, es donde Manuel Macías localizó el Sitio de Portugalete, lugar que ocuparon los tejares tras su desaparición.

El llamado Hotel Triana

Por eso todas las edificaciones situadas a derecha e izquierda se levantaron sobre los viejos talleres de los alfareros. Algunas naves residuales aún quedan tras el Hotel Monte Triana, establecimiento abierto en 1990 al socaire de la Exposición Universal de Sevilla. Curiosamente el edificio siguiente fue proyectado en otro momento de expansión de la ciudad, los años anteriores de la Exposición Iberoamericana de 1929 y también para hotel, aunque nunca llegara a ejercer como tal, siendo utilizado como corral de vecinos desde su terminación. Aunque en el barrio se le conoció como Hotel Triana, nombre que sigue ostentando en la actualidad.

Fue construido sobre unos almacenes de sanitarios propiedad del empresario Manuel Carriedo, industrial del barrio muy querido por todos, en el estilo regionalista que imperaba en aquella época, pudiéndose apreciar que su fachada fue diseñada en un claro concepto horizontal conseguido por sus largas cornisas, solamente interrumpidas por un himafronte central formado por tres ventanillas en el segundo piso, un balcón en el primero y una portada de entrada en el bajo, que da paso a un pasillo largo formado por dos vanos que llega hasta el patio, principal tesoro del edificio.

Construido en forma de U, el Patio del Hotel Triana está formado por dos plantas que se organizan mediante galerías con barandas de maderas pintadas en un característico color azul, a las que dan numerosos apartamentos, que tienen su entrada independiente por el mismo patio.

Desde hace muchos años este lugar tiene la singularidad de ser una de las sedes de la Bienal de Flamenco de Sevilla, y desde hace ya once, del Corral de Comedias de Triana, festival de teatro al aire libre que organiza el colectivo escénico Viento Sur con la colaboración del ayuntamiento de Sevilla.

Pero cuando verdaderamente el Patio del Hotel Triana es el corazón del barrio es el día que se inaugura la Velá, y es en su escenario donde se pronuncia el pregón y se entregan los premios anuales que los trianeros otorgan a sus mejores hijos. Todo el que es alguien en Triana está ese día bajo sus balcones en un ambiente caluroso por la fecha pero sobre todo por la emoción que los trianeros emanan al saber que otra Velá comienza.

Las placas de personajes trianeros

Las placas de cerámica azulada también han llegado hasta este histórico edifico. José Manuel Piñero las recuerda en su artículo en la revista Triana del invierno de 2014:

Placa Gracia de Triana
Placa a Gracias de Triana

Si hay un color representativo de la vida es el azul. Azul como el agua del mar, y sin agua no hay vida. Eso lo entiende muy bien la memoria colectiva de este arrabal marinero lleno de alfares. La mirada vigilante de ilustres personajes que ven sus rostros plasmados en unos azulejos repartidos a lo largo y ancho de las calles de Triana así lo atestiguan. Así quedan convertidos para siempre en centinelas sin relevo, guardianes incansables depositarios de una forma de vivir y de un espíritu propio.

 

En este caso son tres placas cerámicas las que inmortalizan otros tantos guardianes incansables de la forma trianera de vivir: Francisco Palacios el Pali, hijo adoptivo de Triana por las continuas referencias a este barrio en su cante. Recordad la famosa letra: Sevilla tuvo una niña y le pusieron Triana… La ya mencionada Gracia de Triana, voz de miel, que viviera parte de su niñez en este edificio. Y Manolo Oliver, uno de los grandes intérpretes de las soleares de Triana, también citado con anterioridad.

Aunque nació en la calle Castilla y se crió en la cercana Tejares, Oliver de Triana vivió sus últimos años en un partidito, como se decía antes, en el patio del Hotel Triana. En una entrevista que le realizó en su casa M. Herrera Rodas para la revista Sevilla Flamenca unos años antes de morir, llegó a decir

Plaza a Manuel Oliver Triana

Que yo hago seis o siete variaciones de cante por soleá, claro, las hago yo a mi manera, con mi música. Que yo las adapto a lo que yo he escuchao. (…) El cante es un veneno que al que le entra se vuelve majara, como estoy yo. Se canta por expresar sentimientos. Que se canta pa expresar una alegría, pa expresar una pena. Que de pena también se canta. Por eso dice una letra:

 

¡Qué culpita tengo yo

que los ojos no me lloren

si me llora el corazón!

 

Manuel Oliver nunca se dedicó de forma profesional al cante. Murió en el año 1989.

Continuará.

José Javier Ruiz,  del libro “Callejeos por Triana”

 

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