AL OTRO LADO DE MI JARDÍN

«Buscar la serenidad me parece una ambición más razonable que buscar la felicidad. Y quizás la serenidad sea una forma de felicidad» Jorge Luis Borges

El viento se ha despertado silbando, agitando telarañas en los setos y bailando con las copas de los árboles.

El cielo se ve arrastrado por ese aire que lleva consigo nubes tortuosas, hilachos de algodón y los requiebros del amanecer.

Parece que quisiera contarnos que ya es septiembre y hoy es uno de esos días descolorido mientras las maletas de un chiquillo son arrastradas por el jardín camino de su destino.

El alborozo se torna pausado igual que las flores que trepan lentamente a su final.

Todo comienza a mutar y el verano que es azul y lavanda, verde en sus bordes y turquesa en el fondo, va desfilando silente en busca de su retiro.

La casa queda muda y sorda, solo las huellas de un perro buscando a ese muchacho de las maletas rompen la monotonía del vacío y yo, al otro lado del jardín, me disipo en los recuerdos de un estío tan intenso en sensaciones como colorido en su trastienda.

A partir de ahora serán los sepias quienes acolchen mis nuevas sensaciones, quienes amortigüen la nostalgia de la luz y del color, de las risas fundidas en bronce y de un eterno amor que, por callado, solo se abriga en mi corazón.

El verano va lentamente difuminándose para desteñirse en un dulce recuerdo.

Feliz domingo, mi Triana bonita

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora

PD. Fotografía de Jesús Daza