Si hemos llegado hasta aquí, es para visitar al Cristo del Cachorro.

Azulejo del Cachorro (Triana)
En la actualidad este cruce no es la encrucijada que fue.  Visitad al Cristo del Cachorro.

En la actualidad este cruce no tiene nada que ver con la encrucijada tradicional que fue desde siempre. Como ya hemos dicho las calles Castilla y San Jacinto eran los caminos naturales de salida de Triana: Pues bien, justo a esta altura, la salida por la calle Castilla se dividía en dos. Hacia la derecha se iba al Monasterio de la Cartuja y a Camas y hacia el frente, a Castilleja de la Cuesta. Se sabe que en 1832 se levantó en este lugar el llamado Portazgo del Patrocinio, formado por una barrera levadiza y una caseta para el guarda que cobraba el tributo de paso, arancel que se utilizaba para la reparación de los caminos que llegaban a la ciudad, y que se llegó a usar, a partir de 1845, para pagar las obras del nuevo puente sobre el Guadalquivir. Después de la Guerra Civil se instaló un fielato, una caseta donde el estado cobraba los arbitrios y tasas municipales a los transportistas que entraban en la ciudad, con los que se gravaban las mercancías y que propició el conocido estraperlo.

Lo que demuestra que era una zona muy transitada por viajeros y comerciantes, incluso por el ganado proveniente de las dehesas de Huelva y Extremadura, lo que favoreció que fuera lugar de parada y mercado, donde además de la carne se comerciaba con las pieles.

El hecho de la existencia de un gran campo donde crecía el zumaque, un arbusto pequeño que desde tiempo de los árabes se usaba para curtir el cuero por el alto contenido en taninos de su corteza, hizo de este sitio el ideal para instalar estos mercados-curtidurías.

Con el tiempo a esta zona y al tramo de la calle Castilla que iba hasta Chapina se le debió llamar el Sitio del Zumaque y a las soleares que cantaban los alfareros de los tejares cercanos cantes del Zumaque, que derivarían en los cantes del Zurraque como se le conoce en la actualidad, según la hipótesis que plantea Ángel Vela en su libro Triana. Sitios y Presencias:

Ignoro si la mutación de la eme por una erre se debe al oficio que allí se practicaba, el de zurrador, o por su más fácil y rotunda pronunciación, porque como es sabido somos muy dados a la comodidad verbal aunque se desvirtúe el origen de la voz (…) De todas maneras, pienso que los cantes del Zurraque bien pudieron ser los cantes del Zumaque, y que por una arbitrariedad de la vagancia en el lenguaje coloquial quedara en la zurra y no en la “zuma”, que era lo ortodoxo (…)

Los alfareros cantaron estas soleares imprimiéndole un estilo propio y peculiar, muy variado según el cantaor que se tratara, y como se interpretaba sin seguir el compás de la guitarra, fueron muy criticadas por los puristas, que defendían la soleá gitana o aflamencá.

A pesar de todo el flamencólogo José Luis Navarro llegó a decir de ella:

La soleá de la Cava de los civiles, la de los alfareros, es una soleá propia, rica en matices y de una exquisita musicalidad. Una soleá que sólo se podrá aprender escuchándosela a los trianeros del Zurraque

Trianero del Zurraque fue Antonio El Arenero, nacido en 1925 en el número 111 de la calle Castilla, heredero natural de El Sordillo de Triana, de Domingo el Alfarero, de Emilio Abadía o de Manolo Oliver, los antiguos maestros solearenos, y al que seguiría después Paco Taranto, también nacido en el Zurraque pero ya en 1940, al que se le ha llegado a definir como el restaurador de los cantes alfareros.

Pero si hemos llegado hasta aquí no ha sido solo para probar el grana y oro de la Taberna Sol y Sombra, ni siquiera para conocer el Sitio del Zurraque y sus artistas, sino para visitar al Cristo del Cachorro.

Porque la devoción de Triana tiene aquí un pilar sólido, un imán que atrae hasta este confín del barrio a numerosísimos devotos de un Cristo único por su talla y único por el cariño de su pueblo, hasta tal punto de que su iglesia es Basílica Menor desde el año 2012.

Antonio González Álvarez escribió un primoroso artículo en la Revista Triana de abril de 1999 titulado Cantar y contar la Semana Santa de Triana en el que imagina el Cachorro viniendo por la calle Castilla.

Todas las miradas se quedan centradas en la imagen de ese Cristo enclavado, místico milagro tallado por las manos de Gijón, ¡Cristo de la Expiración! ¡El Cachorro de Triana!

Cuatro faroles venían

por la calle de Castilla (…)

En las ventanas del cielo

los ángeles asomados

dejaron llevar su angustia

por Cristo crucificado.

¡Silencio que pasa Cristo!

que todo quede apagado,

que se doblen las rodillas

en ese suelo empedrado.

 

Ahora cruzad la Ronda de Triana y llegad hasta el último tramo de la calle Castilla.

Según la tradición, en algún lugar de esta zona de Triana apareció en el siglo XIV la imagen de una Virgen escondida en el brocal de un pozo.

Justino Matute recuerda estos orígenes apoyándose en la memoria de los vecinos más viejos de la zona.

Estos contaban que la imagen de N. Sra., toda de talla y de más de media vara de alto, fue hallada en la cueva de un pozo en el mismo sitio de la ermita, que en sus principios no fué otra cosa que un pórtico descubierto á la manera de de la Cruz del Campo. Posteriormente se dedicaron algunos devotos al culto de la Señora, le labraron humilde capilla, y trataron de perpetuar su devoción, instituyendo una hermandad (…)

Con el tiempo el templete se convirtió en ermita, siendo visitada en 1624 por el mismísimo Felipe IV una tarde que paseaba en su falúa por el río.

Y sería a este lugar donde se trasladaría la Cofradía del Rosario fundada al otro lado de la Alcantarilla de los Ciegos por los habitantes negros del barrio de Portugalete, fundiéndose probablemente con los devotos que le rezaban a la Virgen aparecida.

Se sabe que tuvieron numerosos pleitos con los dominicos por el uso de la advocación de Nuestra Señora del Rosario, que los frailes creían poseer en exclusividad, viéndose obligados a prescindir de ella en 1673, cuando toman para su Virgen y ermita el título de El Patrocinio, muy de moda en España desde que Felipe IV, agradecido por los favores recibidos de la Virgen María, quisiera poner sus dominios bajo su patrocinio, patronazgo y protección.

Ortiz de Zúñiga en sus Anales de Sevilla nos recuerda la carta que el mismísimo rey mandara al cabildo municipal ordenando la celebración de la festividad de la Virgen del Patrocinio:

Del mismo día 28 de Setiembre de ese año recibió el Cabildo de nuestra Ciudad carta del Rey, encargándole la fiesta que quería se hiciese el segundo Domingo de Noviembre á Nuestra Señora, con título de su Patrocinio, con memorial incluso de sus debidas causas, lleno de piedad, religión y zelo, que empeña mi pluma en copiarlo, aunque no breve, y aunque corre impreso:

 

“(…) me ha parecido que se le haga á esta Soberana Señora una fiesta particular, que se llame del Patrocinio de la Virgen, asentándola con autoridad Apostólica, y con sus favores e indulgencias para siempre; y entretanto que esto se consigue de nuestro Santísimo Padre el Pontífice Romano se haga generalmente una fiesta votiva con Misa y Sermón de nuestra Señora en el Domingo segundo de Noviembre, empezando desde el inmediato siguiente de este año de 1655 en las Iglesias Catedrales y Colegiales(…)”

Un año después el papa Alejandro VII otorgaría lo pedido por el rey en la Bula Praeclara Christianissimi de 28 de julio.

Pero el declive de la hermandad de los negros de Triana era ya evidente, sobre todo a partir de la epidemia de 1649 y tras la independencia de Portugal, cuando dejaron de llegar a Sevilla esclavos procedentes de aquel país. Y a pesar de perder su carácter étnico, no tuvieron más remedio que fusionarse en 1689 con otra hermandad fundada en Sevilla e instalada en la ermita del Patrocinio unos años antes, que daba culto a unas tallas bajo las advocaciones de la Expiración de Jesucristo en la Cruz y de la Virgen de la Paz, surgiendo entonces la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Señora del Patrocinio.

Y ese crucificado, esculpido en pino de Flandes por Francisco Antonio Ruiz Gijón en el justo momento de su muerte, caló tanto entre los vecinos de aquel arrabal del arrabal de Triana, que en poco tiempo aglutinó una fuerte corriente de religiosidad a su alrededor. Y así, sogueros, marineros y pescadores, cargadores de los muelles, tratantes de ganado, arrieros, herreros y desde luego alfareros, formaron un importante grupo de devotos que cubrían con creces sus necesidades espirituales rezando al Cachorro, nombre que según la leyenda tenía el gitano moribundo cuya muerte presenció Ruiz Gijón y del que se inspiró para tallarlo, y que acabaron dando al Cristo.

Y desde luego también gitanos. Porque en la nómina de hermanos del siglo XVIII figuraban numerosos vecinos de esta etnia afincados en las calles Barrionuevo y Tejares, llamadas después con el único nombre de Alfarería como veremos más adelante, convirtiéndose oficiosamente en la hermandad de los gitanos mucho antes que fundaran la suya propia, ya en el año 1753, sirviendo para que estos se convirtieran al credo católico en masa.

Capataz mece al Cachorro

cuando llegue al Altozano

pa que se entere to el mundo

cómo lloran los gitanos

dice una soleá popular.

En la actualidad es una de la hermandades de penitencia más querida en Sevilla, recorriendo todas las tardes de los Viernes Santos la distancia que la separa de la Catedral acompañada de numerosísimos nazarenos entre un gentío ávido de presenciar sus dos pasos, en los que además del Cachorro procesiona Nuestra Madre y Señora del Patrocinio, obra del escultor Álvarez Duarte realizada en 1973 para sustituir la dolorosa que se quemara ese mismo año en un incendio fortuito

Fue a mediodía del día 26 de febrero, día previo al inicio del Quinario al Santísimo Cristo de la Expiración, cuando unos hermanos detectaron la salida de humo de la capilla. A pesar de la rápida actuación de los hermanos y la llegada inmediata de los bomberos, el Cristo, que se hallaba en el Altar de Quinario, sufrió quemaduras en las piernas y en el costado, ardiendo totalmente la Virgen del Patrocinio, una talla de autor desconocido que pertenecía a la hermandad desde 1921, que a su vez había sustituido a otra Virgen realizada en 1750 por Cristóbal Ramos, que aún se conserva.

La consternación fue impresionante en el barrio, realizándose una Vía Crucis por las calles de la feligresía esa misma noche, aunque la estación de penitencia a la catedral durante la siguiente Semana Santa fue suspendida.

Continuará.

José Javier Ruiz,  del libro “Callejeos por Triana”

 

— Más Callejeos por Triana 

 

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion