BALANCES

Mi querida Triana…

Es época de balances, repaso de haberes y pérdidas, antes de cerrar este “Annus horribilis” en el que todos más que nunca estuvimos embarcados en una pesadilla

Mi paseo mañanero por la prensa me ha llevado, a vista de pájaro, a leer cifras, a resumir acontecimientos vividos, a conocer los libros más vendidos que no tienen que ser los mejores, a saber los personajes más distinguidos, los guapos, los bocazas…

Pero yo me quedo con las sensaciones. Sí, aquello que me provocó sentir. Experimentar, percibir, apreciar, impactos, emociones, afectos, impresiones, rabia, impotencia…, porque todo eso es el verdadero acontecimiento, el resumen de un año más a tu mochila vivencial.

En mis ojos se derritió una puesta de sol gaditana, y en mi olfato la sal del mar. Pero cuando me perdí por las callejuelas de mi alma, encontré el perfume de azahar sevillano y mi mirada glauca clavada en la Esperanza de Triana.

La ternura la percibí en un niño, en un perro y en un gato. Fue un año en que sentí la ternura correr por mis venas, transfórmame al embrujo de la inocencia infantil, al maullido de un gato perdido y a la generosidad de un perro.

Un año en que toqué el cielo cada vez que alguien posaba su tiempo en mis letras, cada vez que una amiga me regalaba su compañía, sus sabios consejos.

Un año en que los abrazos y besos se hacinaron en mi piel y me hicieron estar y ser persona viva, aunque estuviera prohibidos.

Un año en que las risas me envolvieron en su dulce vitalidad, en el que de su gesto hice mi bandera.

Un año en que la rabia e impotencia vino a llenar mi boca de oprobios por un virus, por tanto mal nacido que pulula por los callejones y avenidas de mis sentidos. Un año en que la justicia la sentí más injusta que nunca en mi país de Mediterráneos, Atlánticos y Cantábricos.

Un año en que la pérdida no te suelta y tú te dejas llevar por ella hasta que gritas el dolor hacinado en tus paredes.

Un año en el que a tu vida llegan nuevos trenes, nuevas gentes y te enredas en ellos hasta el último suspiro.

Un año de renglones rectilíneos, torcidos, pero que sigo escribiendo con la luz de una estrella y mil rayos que me acompañan.

Un año en que las palabras y las letras se mudaron a hechos y eso me hizo creer que la humanidad aún sigue vigente, aunque cada vez se la desconozca más.

Un año en el que viví peligrosamente arriesgando todo lo que soy alumbrada por mi incoherencia, por mi insensatez, por mi locura, por desear vivir intensamente el regalo de la vida.

Cada persona tiene unas vivencias, unos hechos que han marcado sus pasos, unos sueños, algunos sin cumplir, y comenzar un año más, esa oportunidad que se da a los seres vivos, es una buena excusa para intentar, luchar, trabajar por esos devaneos sentimentales, aquellos sueños que aún perduran dentro de ti y, así, ponemos a prueba nuestra voluntad.

Doce sueños, doce causas, como aquel anuncio de televisión, ¿por qué no intentarlo? Nuestros cuerpos pueden arrugarse, el tiempo los marchita, pero, ¿y nuestras cabezas, corazones, espíritu, ánimo? Ellos son nuestros motores, nuestra otra edad. La edad es un grado, la experiencia de la singladura a través de décadas de éxitos, fracasos, renuncias, alegrías, pérdidas y tristezas, debe llevarnos por la senda de la esperanza, de creer que aún hay muchas cosas posibles y que debemos empeñar nuestra voluntad en que así sea y, cuando vuelva a llegar otro 31 de diciembre y veamos que nada ha cambiado, que no fue posible aquello en lo que te empeñaste. No sucumbas. Renueva tu esperanza, levántate y continúa andando.

Sé que todo esto son palabras y las palabras se las lleva el viento, y lo único que queda son los hechos, constancia de nuestras obras. Entonces, edifiquemos, hagamos, actuemos.

Todo por no perder la Esperanza, la solidaridad tan necesaria en estos tiempos tan llenos de infortunios y muchísimas manos extendidas pidiéndote ayuda, para no olvidar que una vez nuestra sonrisa fue el farolillo que alumbró nuestra vida.

Un año, Triana, en el que más que nunca necesito cerrarlo cosiéndome a nuestra Esperanza, a su corazón de Madre, hilvanándome a su manto de Estrella que va a guiar mis pasos en el nuevo año, zurcirme a su gesto sereno y confiado de que todo pasará y la luz, los sueños, la ilusión, nos serán devueltos.

Cierro un año con esta foto tan hermosa de Jesús Daza de nuestra Esperanza de Triana, esa Madre que aplaca mis miedos, en la que me refugio cuando la tempestad arrecia, con la comparto mis alegrías, locuras y disparates y que, a pesar de todo, jamás me abandona.

¡Feliz 2021, mi Triana bonita!

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora

©La vida secreta de las mariposas ©Un lugar al que llegar ©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla… Gymnopédies