Y llegamos a San Jacinto, el corazón del barrio

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Y  por fin estos Callejeos habrán llegado a la calle San Jacinto, el corazón del barrio.

Prolongación del Altozano y por tanto del Puente de Isabel II, era la salida natural de Sevilla hacia San Juan de Aznalfarache, Coria y Tomares desde que se construyera el puente de barcas, Camino Real y desde luego eje vertebrador del arrabal, frontera natural que separó la Triana alfarera del norte de la marinera del sur.

Ahora es un batiburrillo donde se entremezclan turistas, paseantes y ciclistas pululando entre las mesas de los veladores de los numerosos bares que han ido abriendo al amparo de la reciente peatonalización, entre los que discurren los trianeros aterrados de ver esta emblemática calle totalmente despersonalizada.

Porque este tramo peatonal donde ahora os encontráis, llamado Santo Domingo desde que se tiene noticias a principios del siglo XV, cuando fue urbanizándose el primitivo camino, fue siempre la calle mayor del barrio, lugar eminentemente comercial donde se fueron instalando los olleros primero y después todo tipo de tiendas, ultramarinos, barberías, posadas y numerosos corrales, que la hicieron ser una de las calles más concurridas de Triana.

Su actual fisionomía la adquirió tras las alineaciones y ensanches ocurridos a finales del siglo XIX, pero sobre todo en la primera mitad del siglo XX, cuando fueron derribándose las viejas casas y sus característicos soportales conocidos como los Portalillos.

El escritor Armando Palacios Valdés nos dejó una descripción de la calle San Jacinto de 1889 en su famosa novela La Hermana San Sulpicio:

(…) Emprendila a paso largo hacia el barrio de Triana; salvé el hermoso puente que lo separa de la ciudad, y entré en la calle de San Jacinto, que es la primera que se encuentra de frente. En aquella hora reinaba allí mucha animación. La población de Triana se compone, en casi su totalidad, de obreros e industriales. Era el momento en que, llegados de sus faenas, se esparcen por las calles, charlan en grupos, se sientan delante de las casas, cantan y puntean la guitarra. La calle de San Jacinto tiene soportales feos y de sucia apariencia, donde hay tiendas, pobres también, para el gasto de los menestrales del barrio. A un muchacho que vi solo, arrimado al quicio de una puerta, le pregunté por el corral de la Parra.

 

Callejeos. San Jacinto, corral la parra,

¿Corral de la Parra? Pues sí. Justo tras el edificio que veréis de frente según salís de la calle Alfarería existió uno de los corrales de vecinos más conocidos de Triana. Cuando a finales de los años veinte se construyera este majestuoso edificio de tres plantas, dentro del programa de ensanche que ya hemos referido, se mantuvo el acceso al popular corral a través del arco que veréis en él. Ahora es una calle privada que da paso a las viviendas que lo sustituyeron en 1971.

Palacios Valdés continuaba en su novela trayéndonos parte del pasado, en este caso del Corral de la Parra:

 

 

 

—Dé usted veinte pasitos más, y aquí, a la izquierda, tiene usted la entrada.

En efecto, la hallé pronto, y di en un patio estrecho y largo, y luego en otro mucho más amplio que era, según vine a entender, el propio corral. Al mismo tiempo comprendí que llevaba la denominación de la Parra por una que tapaba un trecho del pasadizo, enredándose en palitroques viejos. Aquel gran recinto cuadrilongo ofrecía aspecto de pobreza, pero no de suciedad. La luz de la luna no alumbraba de lleno. Hacia el medio estaba el pozo del agua. En varios sitios veíanse tabladitos sostenidos por estacas y, sobre ellos, cantidad regular de macetas. Todas las viviendas tenían sus puertas abiertas, por donde se escapaban toques de luz que rayaban el pavimento empedrado. Constaban de un solo piso bajo. Algunas debían de tener estancias abuhardilladas, a juzgar por las bufardas que se veían en el tejado. Arrimadas a la pared había en casi todas macetas con flores.

 

Pero realmente lo que os habrá llamado la atención es el espectacular edificio conocido en Triana como la Casa de Socorro, actualmente Centro Municipal de Servicios Sociales y la Unidad de Promoción de la Salud de Triana-Los Remedios, erigido entre los años 1928 y 1930 según proyecto del arquitecto Aurelio Gómez Millán.

Basándose en el Reglamento General para la ejecución de la Ley de Beneficencia de 20 de junio de 1849 surgió la iniciativa en el Ayuntamiento de Sevilla de crear Casas de Socorro que prestaran los primeros auxilios a las víctimas de accidentes antes de su traslado al hospital, y al mismo tiempo poder tener médicos localizados las veinticuatro horas del día estableciendo turnos de guardias. Y así se abrieron en Sevilla en 1864 tres Casas de Socorro, una en el Asilo de Mendicidad de San Fernando, otra en el Hospital de San Juan de Dios y otra en el barrio de Triana, en una casa alquilada en la calle Pureza esquina con Arfian, establecimiento que pasó a estar ubicado en este nuevo edificio a partir de 1930. Y durante unos sesenta años entre estas paredes trabajaron generaciones de médicos, enfermeras, auxiliares y celadores en un intento de aliviar a los trianeros de sus dolores, accidentes y enfermedades a cualquier hora del día o de la noche.

El traspaso de competencias de la atención médica desde el Ayuntamiento a la Junta de Andalucía y la remodelación de la asistencia municipal llevó al cierre en el año 1989 de las Casas de Socorro de Sevilla, pasando este edificio de la calle San Jacinto a albergar a la Policía Local, un centro de promoción de la salud y los servicios sociales del barrio, que son los que actualmente quedan en él.

Antes de continuar estos Callejeos hacia la derecha fijaos en el panel de azulejos que está colocado en la esquina de la calle Alfarería por donde habéis salido, el cuarto de la serie de Alfonso Orce. Aunque no es un sitio muy adecuado, incluso está semioculto por una señal de tráfico, su ubicación es obligada al ser el sitio donde estuviera la casa del ya mencionado en estos Callejeos Manuel Carriedo Pérez.

 

José Javier Ruiz, del  libro Callejeos por Triana.

 

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