
Triana, 1910.
No coincidiría en la Velá de Santa Ana aquel chiquillo de Sevilla, sensible y observador, llamado Luis Cernuda, con un joven exultante vecino de un corral cercano conocido por Juanito Belmonte, quien entronado en sus propios sueños, como un héroe de novela, paseaba triunfante por la calle Betis.
Llevaba la cabeza vendada como resultado de la enconada lucha que en la misma tarde había mantenido con un novillote que parecía inmortal en la plaza de Arahal. Vestía un elegante traje prestado en cuyos bolsillos reposaba un hermoso puro que le había regalado un aficionado y un flamante billete de 25 pesetas. Dueño y señor de la fiesta de su barrio, lucía de un extremo a otro hasta que paró frente a unas muchachas a las que, rumboso, invitó a chocolate con buñuelos y aguardiente…
Pero el billete resultó falso y no hubo quien aplacara a la buñolera a la que prometió pagarle con mercancía de la quincalla de su padre. Para colmo apareció en guayabera el dueño del traje y casi lo desnuda allí mismo… «Tiré la colilla del verguero y, resignadamente, me fui a dormir, se habían acabado mis glorias».

Ángel Vela Nieto
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