Conversación entre la Esperanza de Triana y el Cachorro

Esperanza_Cachorro

Cuando en la calle Pureza, se cierran las puertas de la casa de vecinos más antigua, se intuye que Triana ha despedido a su reina y se enluta en un gris Viernes Santo, en el que su calle queda desolada, tiñendo de lágrimas derramadas de los ojos de una gitana hebrea, que cuentan los antiguos trianeros que bajó desde su palio y la vieron salir de la casa de vecinos más grande de su estrecha calle.

Ataviada con un manto verde, un paño hebreo, una toca blanca y un puñal en su corazón; contaba  una abuela del barrio que la vio caminar por el Altozano en dirección a la calle San Jorge.

Siete puñales de dolores atravesarían tu corazón, dijo el cielo en la calle Castilla y una niña que la miraba le dijo a si madre:

De hebrea y con una dulce mirada, derramando mares de esperanzas de sus profundos ojos negros, vi a la gitana pasar.

Con un salvavidas en su mano y salvando la vida de todas las personas afectadas por los males que a esta sociedad le ha tocado vivir.

Morena que a Triana cautivas con tu belleza, cautivando con ella a cada una de tus hijas.

Será entonces, cuando la Esperanza de Triana llegue a la última de las casas de vecinos de la calle Castilla, el momento en el que se paren los tiempos. Y fijando sus negros y bellos ojos hacia el Cachorro, abrazará su cruz y entre lágrimas de tristeza le dirá:

Ni puñales en mi pecho

ni fajines en mi cintura.

Ni coronas en mi pelo,

ni la belleza más gitana.

Ni un consuelo de piropos,

ni azulejos en el Pópulo

Y bien lo sabe mi madre Ana,

que yo solo quiero abrazar a mi hijo

¡El Cachorro de Triana!

Será entonces cuando el cielo decida llorar, derramando lluvias de amarguras y cubriendo la negra y gitana cabellera de la Esperanza de Triana con un aterciopelado manto verde. Y llevando su pañuelo hacia su iniesta y dulce mirada, le dirá al Cachorro:

                  –No mires al cielo Manué, que Triana aun necesita que le vuelvas tus ojos. Que este hermoso barrio no quiere teñirse de luto, ni que tu abuela escuche en su torre un redoble de campanas.

Y aun sin espirar, el Cachorro volverá su mirada hacia su madre. Y clavando sus ojos de agonía en la dulce y pura mirada de la Esperanza de Triana le dirá:

                                    –Hermosa tú madre, que le das vida y belleza a Triana, que cada lágrima que derramas es una gota de Rocío que hace florecer las más bellas rosas, matas de romeros, lirios marismeños y ramo de jazmín de la calle Evangelista: abrumando de Salud Inmaculada como una blanca estela radiante de luz desde el Barrio Leon a la Dársena; haciéndote expectante en el paseo a la vera de tu Guadalquivir; guiando como solo lo hace una Estrella hacia buen puerto a cada trianero, haciéndote Patrocinio de sus sueños y siendo Auxiliadora aclamada por Triana para siempre en su tristeza. Eso eres tu, madre.

  • Hermoso tu Manué de mi alma. Que aun después de ser juzgado en tu Soberano Poder, caído por tres veces, mientras llevabas la cruz como buen nazareno, y suplicando en una roca antes de que te postraran en el madero; estás aquí con tu madre, la que nunca dejará de velar por ti, y la que por muchos puñales que atraviesen su pecho, te llevará en lo más profundo de su alma.

Y apartando el Cachorro sus ojos de los de la Esperanza de Triana, al mismo tiempo que ella sintió la consoladora mano de su madre Ana sobre su hombro. Miró hacia el cielo, mientras su madre se apartó de su abuela para abrazar su cruz, suplicando que ese no fuera su último suspiro. Que en su espiración se pararan los relojes. Y así fue como la Esperanza de Triana elogió su mismo nombre, al ver que aun respiraba su Cachorro, haciendo tornar de su llanto la más hermosas y puras de las sonrisas en sus labios.

Manuel Canela Fraile

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