DE AMORES BONITOS

Triana,  ¡Qué bonitos eran esos amores viejos!, cuando los suspiros eran pétalos sin destino, y morían en cualquier callejuela en tinieblas. ¿Recuerdas? Debes guardar tantos secretos en tu piel añeja, Triana, que, si tú hablaras, hasta las casas demolidas volverían alzarse en tu historia amorosa.

A veces, cuando el deseo me puede, el tiempo es lento como el repicar de una campana sin badajo y, otras, se esfuma como aquellos amores de otro tiempo. Te preguntarás, por qué hoy te vengo de nostalgias con la mirada revirada hacia atrás. Déjame que te sonría antes de contarte… He encontrado un beso discreto, suave, tímido, guardado en un cajón. Había algo más: un corazón vestido de algarabía, de esos que aman con la imprudencia de la juventud, y no descansan ni de noche ni de día galopando entre nubes de algodón almibarado. Junto a él, el alma prieta de melancolía por lo que pudo ser y no fue.

Ya sabes, antes, se amaba a escondidas, en la oscuridad y tras una reja tupida de lamentos, gemidos y sollozos, separando cuerpos pero no sus labios. Antiguamente, el amor no era porque sí, sino el mandato de un padre, o un contrato si es que había dineros por medio.

Y del mirar, ¿qué contarte? Era pura poesía, Triana. Por tener, poseía el lenguaje de las mariposas al revolotear sobre una azotea al llegar la primavera, y ver el sol tierno posarse en los ojos de su enamorada. Miradas como puñales, si el amor no era correspondido. Miradas largas para no dejar partir a la sombra anhelante. Miradas encendidas de pasión… Tantas miradas, como colores en un arco iris.

Sí, se leía en sus miradas, en sus gestos, lo que se decía sin una palabra de por medio, en las lágrimas de un pañuelo, o al cerrar los ojos lentamente hasta abrazar las pestañas a un rostro henchido de amor.

Entonces, solo se escribía en el corazón, calladamente, aunque alguna letra se perdía en una cuartilla, como la que encontré ayer envuelta en papel de seda, y en él, el perfume a un azahar antiguo. Mi olfato, Triana, no pudo contenerse y acerqué mi naricilla a aquel secreto a voces entre una cuartilla, una seda amarillenta, la ceniza de un miércoles, y una mantilla.

Sí, mi Triana, ahora que va oliendo ya a cirio penitente, en un cajón guardaba mi abuela su amor más secreto. Me he enrejado en su mantilla y corriendo fui en busca de un espejo. Parecía una dolorosa en las puertas de una cuaresma tardía como iluminada. Y me vi con la sonrisa al viento, subida a un tacón de giralda, a cruzar el puente un Jueves Santo de una primavera perdida. Agarrada iba del brazo de un amado que el tiempo borró su rostro.

M Ángeles Cantalapiedra, escritora
©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla…Gymnopédies