De Castillo de San Jorge a Tribunal de la Inquisición

El Castillo de San Jorge tomó su nombre de la orden monástico-militar a la que fue cedida, para el desarrollo de sus propias actividades y que lo habitó, tras la conquista de Sevilla por Fernando III. Entre estas actividades estaba la veneración a su patrón (San Jorge) mediante cultos y celebraciones religiosas, para lo que se erige una capilla que con los años pasa a ser la primera parroquia de Triana. Es decir, el templo de la parroquia de San Jorge no era otro que la propia capilla de los caballeros dentro del castillo.

No obstante, las gentes del siglo XIII no se sentían muy atraídas por esta Orden cuya tarea consistía en defender las costas. Consideraban esta actividad poco prestigiosa, en especial cuando a otras Milicias como la de Malta, Calatrava o el Temple se les daba la oportunidad de gozar de la gloria militar y amplias inmunidades.

Estos caballeros, hombres de bien probado valor en la guerra, llevaban una vida un tanto relajada en tiempos de paz, de modo que entre unas cosas y otras con el tiempo esta orden desapareció y el castillo que habitaban en Triana cayó en el abandono (sobre todo por la pérdida de importancia del castillo como lugar estratégico).

Cuando  de constituye en Sevilla la Inquisición y empezó a hacer falta mayor espacio para sus mazmorras, el Castillo de San Jorge que estaba sin uso, resultó un lugar muy aparente para esos menesteres y se le cedió al Tribunal.

La Inquisición originariamente surgió con la intención de suprimir la herejía dentro de la propia iglesia católica velando por su pureza espiritual. Pero la «Inquisición Moderna»,(la que se instauró en Sevilla), contrariamente a lo que se cree, era una institución independiente de la Iglesia, bajo el control directo y respaldada por la Corona, para perseguir a los falsos cristianos y a los herejes.

Fue creada por los Reyes Católicos y comenzó a funcionar en Sevilla en 1481 aunque los conversos se opusieron frontalmente a la implantación del Tribunal.

El asunto era que, siendo Sevilla como era un ciudad amalgama de culturas, con notables minorías judeo-moriscas y un gran centro mercantil abierto al tráfico de todas las naciones, resultaba un lugar idóneo para la presencia y difusión de ideologías no católicas. (Y en aquella época la libertad de pensamiento…)

Fue un arzobispo de Sevilla, Pedro González de Mendoza el verdadero fundador de la Inquisición Moderna. A los cristianos acusados de herejía se les prohibió la apelación a Roma, de modo que el «control religioso» se convirtió en «control político» al margen de la curia pontificia.

El Tribunal del Santo Oficio inició su actuación teniendo como sede el convento de San Pablo de los dominicos (actual iglesia de la Magdalena) quienes, debido a la rivalidad que mantenían con la Orden Franciscana y jugándose en ello su prestigio, no tuvieron problema en convertir su convento en cárcel pasajera de los hombres y mujeres «más culpados» de la herejía. No obstante, pronto tuvo que trasladarse al Castillo de Triana donde había más amplitud para las mazmorras, donde además vivían los jueces y oficiales «deste santo oficio.» 

Sin embargo, y dada las dimensión que estaba tomando la burocracia inquisitorial, ésta no dispuso de mucho espacio en el castillo: consta que dos de los inquisidores tuvieron ásperas diferencias por una camarilla y hubo envidias provocadas por el despacho unipersonal  de uno de los notarios.

La labor esencial del Santo Oficio era la de perseguir y juzgar a los falsos conversos.

La verdadera inquisición se llevó a cabo en el Castillo de Triana: allí eran metidos los reos, donde el Tribunal los sometía a «interrogatorios»; y allí también aguardaban a su ejecución los condenados a ello. En cambio, los condenados a cumplir pena de prisión quedaron recluidos en la denominada «cárcel perpetua» que estaba en el Salvador.

La cárcel era malsana, por húmeda o por calurosa, en mayor o menor medida dependiendo del piso donde tocara la celda.  Las cárceles secretas estaban divididas en las celdas altas y las bajas.

El Castillo de San Jorge fue un lugar tan temido como odiado entre otras cosas porque sus muros sirvieron a veces de amparo a maleantes que habían cometido un delito pero que como eran amigos o familiares de la Inquisición, gozaban de inmunidad.

Y es que la Inquisición disponía de la colaboración de los «familiares», una especie de policía, de ordinario bastante fanática, que disfrutaba de los privilegios de escapar a la jurisdicción de los demás tribunales, y estaban además autorizado a portar armas. (uf, casi ná)

Aunque se prohibieron expresamente tales excesos, siguieron cometiéndose bajo el pretexto de la inmunidad que gozaban los «servidores de la Inquisición» y del «derecho de asilo».

Sin entrar en mayores detalles, comentar que los autos de fe que se celebraron en Sevilla tuvieron lugar, primero en las gradas de la Catedral y luego en la Plaza de San Francisco, pero muchos de ellos tuvieron lugar en nuestra querida iglesia de Santa Ana (¡deprimente!).

Por otro lado apuntar que (aunque nos resulte escandaloso e incomprensible), los autos de fe eran considerados por el pueblo como una fiesta (si no eras uno de los reos, claro) y a ellos acudía una gran multitud que solía participar de una manera enfervorizada en todo el complicado ceremonial que llevaban aparejados estos actos (¿¿¡¡!!??). Aún poniéndonos en la mentalidad de la época, resulta espantoso imaginar a nuestros vecinos (o  ascendientes) ir a la parroquia de Santa Ana para «disfrutar» de semejante espectáculo.

Debido a su proximidad al río el castillo sufrió los destrozos de las crecidas de modo que en algunos periodos el Tribunal de la Inquisición hubo de trasladarse.

El Santo Oficio lo abandona definitivamente en 1785.

Cedido ya a la ciudad, y al estar en muy mal estado debido a las inundaciones, el Ayuntamiento se encarga de su derribo y explotación. Se consigue así conectar el Altozano con la calle Castilla y generar un almacén para el grano.

Sobre 1830, y con motivo del mercadillo ambulante que espontáneamente se forma en sus alrededores, se construye el mercado de abastos que continúa en nuestros días.

El Callejón de la Inquisición, ubicado en la confluencia de las calles Castilla, San Jorge y Callao, ha sido durante siglo y medio el único testimonio visible de la presencia del antiguo tribunal inquisitorial en Triana.

Elaboración propia: El Diario de Triana

Fuentes:

  • Apuntes de Triana
  • Cuadernos medievales
  • Biografía de Sevilla – S. Montoto
  • Historia de Sevilla – F. Morales
  • Apuntes sobre la Inquisición en Sevilla

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Origen de las imágenes:

  • Google

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