DE CHISPORRETEOS POR TRIANA

Chisporroteos

¡Buenos días, trianeros! Entre ustedes y yo, ¿qué hicieron ayer sábado? Yo, irme de viernes santo y enamorarme del tó, ¡cómo lo leen!, siempre me he distinguido por ir a contracorriente. Claro, se preguntarán que cómo lo hice. Ahora mismito se lo cuento, ¡faltaría más!, con lo que me gustan a mí los chisporroteos…

Si hay un día en la Semana Santa que me vuelve más chiflada de lo que estoy, es el viernes santo, desde que nace entre ciriales derrochando luz y cera por la calle Pureza hasta que se desintegra en la calle Castilla.

Pero aún recuerdo con sonrojo aquel viernes santo en Vejer de la Frontera. Noche estrellada como farolillos penitentes. Silencio a corte de cuchillo, esfuerzo de costalero para sacar a su dolorosa por una puerta demasiado chica, cuando mi niño va y chilla “Ánimo valientes, al sielo con Ella” Sentí ojos como puñales, presentí rodar por una de sus cuestas infinitas a mi niño, su madre y todo su séquito. Pasado el tiempo, convencida estoy que mi hijo iba para capataz, pero optó por echarse una novia sevillana y zanjar el tema, ¡ojo!, de la competencia, se llama Macarena, y digo yo,  lo mismo les hubiera dado a sus padres llamarla María de la O, Triana, Estrella, pues no, la felicidad completa no existe, no se engañen ustedes.

Ahora, esa luz del amanecer del viernes santo, entre tibia, tímida, gris y azulada acompañada de esos grados chicos que hacen zumbar y silbar a las hojas tiernas de primavera a las puertas de la catedral para ver salir a mi Trianera, no tiene precio, señores, no se puede explicar, solo sentir.

Pero es que el viernes santo tiene mucho más…, vayan a por cafelito que yo les espero…

Mi amor es juvenil, nació apenas hace tres semanas, una mañana de sábado cuando Él me miró y caí rendida a sus pies. Tanto, que pasé tres veces a ver cómo me miraba y me hablaba, porque por mucho que algunos estén meneando la cabeza, a mí El Señor de la O me habló, me miró y me dijo mucho… Y ayer fui a su encuentro, trescientos sesenta y cinco días hacia atrás, confundida entre esa bulla trianera que tanto me fascina, la banda de cornetas de nuestra Señora del Sol y allá nos fuimos, a Sevilla, cuando nos sorprendió la lluvia y a mi Nazareno le pusieron un chubasquero, ¡si parecía un peregrino, qué bonito estaba mi «Jorobaíto de Triana»!… Sí, claro, pasó deprisa por delante de La Caridad y Ella vio como Triana volaba en busca de refugio pero, de pronto, entre paraguas escuché “Si el Señor se moja, yo también”…Entonces comprendí ese amor que ni se ve ni se toca, solo se cala en nuestro interior, para mecerse y quedarse para siempre en nuestro corazón.

¡Ay, qué sábado de viernes santo pasé más bueno, queridos trianeros!… Ahora, ¿es verdad que todo Triana, en el fondo de los fondos, se siente de la O? Ya saben que yo soy de Pureza, pero desde ahora, también les digo: mucho me verán por la calle Castilla a ver a mi enamorado, esa magistral talla de la gubia de Pedro Roldán que según te mira, sientes que el amor llama a tu corazón.

¡Hasta el domingo de Ramos, trianeros!

M Ángeles Cantalapiedra, escritora

©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla… Gymnopédies

Foto, ¡cómo no! de nuestro Jesús Daza.