Desde los tejadillos de mi Triana

en Triana

Hoy he soñado que, por fin, mis días se hallaban junto a ti. Estaba subida en tu azotea y desde allí sentía lo que quería sentir…

Hoy se me antoja una tarde de finales de invierno. El cielo es celeste, como si a Dios se le hubiera derramado toda una lata de pintura azul y ha perdido el sombrío de las últimas semanas.

El sol se posa meloso sobre las cumbres, acaricia los campos y la tierra encharcada; incluso algunos pedazos de terreno verberan espoleando a la simiente a que no se esconda más.

El aire retoza fresco, pero carece del frío de las nieves lejanas, el esqueleto de los árboles se menean perezosos anidando en su techumbre los primeros brotes.

Los naranjos están preparados para su azahar y, hoy, al tropezar uno de mis pies con su fruto, me he agachado a recogerlo y lo he llevado hasta mi nariz. He cerrado los ojos y su aroma ha cubierto mi espíritu de su olor inconfundible.

Por las calles ya se intuye el ánimo de la cuaresma, en las pastelerías exhiben apetitosas torrijas, y las puertas de las iglesias animan a los paseantes a que entres y recojas tu corazón unos instantes.

Mi Esperanza ya está aliñada de hebrea y en las esquinas llegas a envolverte de incienso.

José Javier me ha subido a una azotea desde donde puedo divisar los tejadillos adormilados, la Giralda imperiosa y, en la lontananza, la serenidad gloriosa de Triana.

Nos hemos tomado unas cervezas mientras saboreamos de una amistad limpia y cómplice. Triana nos mira con sus ojos tan dulces como preñados de nostalgias pasadas. Mentalmente he acariciado ese corazón tan puro que posee… Y, mientras las horas pasaban, he vuelto a respirar la Sevilla que me embelesa, esa Sevilla paciente, tranquila, tan suya, tan llena de bulla.

Triana se vuelve hacia mí y me entrega todo sus ser como si de una amante se tratara y mis entrañas han gritado:

“¿Qué tienes Triana que mi corazón vuela hacia ti cada vez que te encuentro?

¿Qué hechizo posees, Triana mía, que muto con solo cruzar tu puente?

¿Qué tesoro escondes en cada callejuela, en tus curvas sinuosas, en tu siseo de fe empolvada, qué tanto me enamora?

¡Ay Triana mía, qué lejos te tengo!

Ya te sueño, ya te rozo, que un buen día mis huesos se arrodillen ante ti.

Ya no habrá distancias, solo suspiros, cuitas, risas, de mis días junto a ti.

Pero, mientras tanto, te sueño, te sueño desde cualquier azotea de mi vida”

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora

#Sevilla…Gymnopédies #Mujeres descosidas #Al otro lado del tiempo