Diccionario trianero_19

Altozano, Triana

Plaza del Altozano (continuación).

Industrias y comercios.- No ha sido lugar para industrias, aunque hubo talleres de solería en uno de sus lados. Por contra tuvo numerosos comercios y tiendas de todo tipo, derivados de aquellos tenderetes levantados al amparo de los muros del Castillo y bajo los soportales de su antiguo caserío. Antes de la construcción del mercado existió un palenque célebre por la calidad de sus frutas y pescados. Del siglo anterior permanece la panadería de Broquetas («Santa Ana»); en la acera Pureza-Betis existió una célebre taberna, «El Sol Saliente»; en la acera de la farmacia de los Murillo estuvo «El Altozano Bar» de Pedro Santos que existió hasta mediados de los sesenta, años después del cierre de la confitería de Isidoro en la esquina que hoy ocupa el Banco de Santander. En el solar del Banco Hispano se inauguró el «Bar Ideal», justo en la esquina que en tiempos ocupara al taberna de «Berrinches». «La Unión Palentina» y el «Bar Triana» se sucedieron en el vértice con San Jorge, donde antes de la renovación se erigía la casa-tienda, torre del reloj y Capilla del Carmen que dieron visos de plaza mayor provinciano a este enclave. Las Pescaderías Gallegas, la platería de Cándido, las bodegas de Manuel Soto y de Garrido, la sucursal de «La Valvanera» y varios puestecillos como el de «La Maña», los cochecitos de Joaquín Minguez, los puntos de parada de vehículos de carga y de paseo, completaban el pálpito mercantil del Altozano.

Hoy, el Altozano, es un espacio remozado, complicado en la vorágine del tráfico y en la preponderante presencia bancaria. Las fachadas han sido aseadas, palpita de nuevo el reloj de «El Faro», y sobre el último de los edificios (alzado con respeto al conjunto arquitectónico) se ha prendido un retablo de la Virgen de la Esperanza en conmemoración de la ceremonia de Coronación canónica (obra de Martínez Adorna, 1983). Su parte baja se ve implicada por la lúdica nocturna de Betis, y ello se aprecia en la sucesión de aperturas de nuevos bares y en el auge renovado del «Puesto de las Flores». La estatua de Juan Belmonte (1972) y su arbolado entorno, imprimen un ambiente recoleto a este rincón de baja cota que antiguamente se conoció por «La Alameílla».

Despidamos el epígrafe volviendo musicalmente al Altozano por si nos quedaba por ver a alguien por allí…

«Yo me voy al Altozano

y me siento en las cadenas,

le pregunto a Juan Dampano

si ha visto a La Matijuela».

Continuará.

Ángel Vela Nieto

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