Diccionario trianero_50 (Bandurrias – Baños)

Diccionario trianero, publicado en parte durante los años finales de los ochenta en la revista “Triana”

Bandurrias, Las.- En el decurso del siglo XVI se conoció con este nombre a una zona colindante al Puerto Camaronero, correspondiente al tramo final de Betis cuando esta calle se prolongaba mucho más allá del convento de Los Remedios. Debía su denominación a la forma que tomaba en el agua cierto tipo de red utilizada allí por los pescadores.

Baños en Triana– Los trianeros tomaron las aguas del Guadalquivir para saciar la sed y para el aseo, aunque a veces el río acababa con las dos necesidades de un golpe y para siempre: cuando no era por una perniciosa infección, lo era por una inmersión fatal. Causaron las aguas del río no pocas desgracias en tiempos de baño a pesar de los reglamentos impuestos por la autoridad municipal.

En 1838 construyó el Ayuntamiento junto al puente de barcas y por el sitio del Barranco (muelle del pescado) «una pequeña glorieta ovalada con sus correspondientes árboles y asientos, cuyo principal objetivo es para el verano durante la época de baños, para la comodidad de la mucha gente que allí se reúne de noche, por estar en este sitio situados los cajones que a estas horas sirven para los baños de mujeres (González de León, 1839)». Estos cajones eran unos baños flotantes donde la gente podía entregarse a los placeres del agua sin peligro, pues los límites estaban acotados y provistos de vigilancia y buzo. Obligaba la moral a distanciar los sexos, como se desprende de la referencia del historiador, y a evitar las aglomeraciones instalándose los cajones en diferentes puntos (por Los Humeros, Barranco, Barqueta, Los Remedios y San Telmo). En la segunda mitad del siglo XIX este servicio pasó a manos privadas elevándose el precio a un real por persona.

José Bruno señalaba en páginas de Blanco y Negro en 1922, que los trianeros llamaban a estos baños «las vallas», y que los calés de la Cava incitaban a la chiquillería al clásico precepto higiénico de esta forma tan expresiva: «Irvos y lavarvos que da asco vervos». Abundaba el cronista en la presencia de un vigilante que custodiaba la ropa y mantenía el orden. El bañador se podía alquilar al precio de cinco céntimos, lo mismo que costaban los corchos (flotadores).

La gran piscina de Los Remedios marca la edad moderna de los baños públicos en Triana. Se inaugura en 1931, después de rematado el puente de San Telmo, pero su precio de entrada -una pesetas por bañista- condena a gran parte de los aspirantes de nuestra orilla a continuar mirando al río. Más tarde se ponen de moda los «trenes botijos», los tranvías de Coria, la «playa de María Trifulca» y e Charco de la Pava. Los vapores a Sanlúcar y los campamentos infantiles (colonias), eran excluyentes, también, por razones de economía o edad.

Mientras rodaba el primer «Seiscientos», los baños veraniegos seguían teniendo destellos de espectáculo, sobre todo en días de Velá, cuando los bañistas hacían alardes lanzándose desde las barandillas del puente o cayendo cómicamente del palo de la cucaña. Los baños en Triana, desde luego, nunca fue una costumbre vulgar.

Continuará.

Ángel Vela Nieto.

 

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