Divagaciones sobre el flamenco

Juan Talega, flamenco

…EN LA ACTUALIDAD…

            No soy tan pesimista, amigo, creo que tiene que salir gente, y creo saber de dónde. Lamentablemente, hoy se está arrimando al flamenco gente que no ha vivido, ni siquiera intuido el ambiente. El mundo de las academias produce mucha mediocridad (muchas mediocridades, mejor) que el flamenco digiere con dificultad, gente que pasea su gran formación pero su falta de alma por tablaos, bares de ambiente y ámbitos ajenos y lejanos, como legítimos representantes de nuestro arte. Pero, para nuestra suerte, tenemos valores, aunque se pueden contar con los dedos de las manos, dignas de admiración. Cuando nosotros éramos pequeños teníamos más de cincuenta primeras figuras, hoy tenemos más de cincuenta flamencólogos dándole vueltas a la historia, limpiando, fijando y dando esplendor y peleándose entre ellos mismos –por datos- en un debate que no conduce a nada. En ese discurso, acabaremos leyendo un trabajo sobre las reminiscencias de soleá en la música de Lady Gaga. Al tiempo.

 

…EL MUNDO POVEDIANO…

            Miguel Poveda es el mejor. Esta afirmación, sin ninguna guasa oculta, la hago convencido de que en todo lo que este hombre se proponga, como cantaor, como tonadillero, en el cine, en… todo lo que toque, será el mejor. Este Midas de nuestro tiempo ha demostrado que su capacidad de venta es superior a la más exigente. No sé cómo lo hace, pero parte. Es un encantador de personas, gusta a todo el mundo, pero flamenco… para un perseguidor de sentimientos Miguel tiene poco producto. Había alguien parecido en mis tiempos. Manolo Escobar. Ese le gustaba a las viejas, a los jóvenes, a las chicas, a los chicos, a los rockeros, a los flamencos, a todo el mundo. Bohórquez no le da tregua. Como yo, piensa que carece de una obra definida, teniendo un recorrido suficiente como para haberlo conseguido. De cualquier manera, el povedismo no constituye ningún movimiento interno del flamenco, ninguna tendencia, ningún estilo. Es –muy digno-, algo personal e intransferible y jamás tendremos seguidores de esa escuela no creada.

 

…CUALQUIERA…

            Te repito que no soy tan pesimista. En aquella época, recuerda, también existían las academias; pero la mayoría de los artistas  que la gente pagaba por ver, estaban enfermos de flamenco; tenían el alma enferma por el arte, y como todas las enfermedades, tenían dos causas fundamentales: genéticas o ambientales. Los niños crecían en el ambiente de la fiesta, y se quedaban dormidos en el arrullo de la soleá de su madre; no aprendían nada, lo adquirían si darse cuenta, sin esfuerzo. Eso daba sello, marchamo, una frescura y una naturalidad a su cante, baile o toque, que la gente que iba a verlos salía embriagada de aquellas maneras. Lo artificial, lo trabajado, lo estudiado, trasluce en el arte, no en el nuestro, sino en cualquiera. Velázquez fue a la escuela de su suegro Pacheco y acabó enseñándole a pintar. Ahí está el matiz. Los artistas nacen, no se fabrican. En opinión del gran guitarrista “Niño de Pura”, <<para cantar bien flamenco hacen falta unas condiciones genéticas en la lengua y la garganta que por ejemplo los japoneses no tienen>> Cantar BIEN, dice. Cualquiera puede aprender. Pero dedicarse profesionalmente al cante no está al alcance de cualquiera. En las peñas flamencas, los cantaores aficionados hacen cosas muy buenas, algunas comparables a las que se escuchan en los festivales. Guitarristas he oído cuyas falsetas podrían de pie un auditorio, e incluso he visto bailaoras rondar la exquisitez en sus tablaos. Pero el profesional del flamenco debe estar todas las veces, cada vez que se le requiere. Del duende, que unas veces acude y otras, no ya hablaremos, pero la premisa es esa. Siempre.

 

…UNA VOZ…

            Se suele identificar el cantar bien con las grandes voces, con la potencia. Veamos. Vamos a dirigirnos al potenciómetro y vamos a partirlo, para que no funcione. Escuchemos ahora a los grandes. Si esa teoría fuera cierta, Plácido Domingo o José Carreras serían los más flamencos del mundo. Recordemos los gustos de Caracol en la caricia honda y el pellizco chico, o aquello más extendido del gusto refinado y la suave melodía. En los mercados hay pescaderos que tienen grandes voces, ahí están sus pregones. En el cante me gustan las fotos en sepia: un gitano peleándose con las carencias de sus cuerdas vocales, luchando por echar fuera los tercios. Imagen pura del flamenco. Un icono.

Jose Luis Tirado

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