DIVAGACIONES SOBRE FLAMENCO

Genio y figura, la actitud flamenca

Tengo un negocio de hostelería. La gente entra y saluda… o no. Hay personas educadas y otras que no lo son, eso depende de la crianza que han tenido y de lo que han mamado de sus padres y familiares. Hay gente que saluda y sonríe; la educación no está reñida con la simpatía, en otros casos se dan ambas actitudes. Hay gente que ni saluda ni sonríe, y lamentablemente, cada vez se dan más casos. En las maneras flamencas, tanto la educación como la simpatía vienen impuestas por el sello. Conoceremos a un flamenco cuando entra en un sitio público porque después de abrir la puerta, se detiene un instante, mira a la concurrencia y con una entonación entendible por todos brinda su saludo: ¡Buenas tardes, señores!

Fernando Paredes.

Se dedica a la reparación de maquinaria de frío, y me visita de vez en cuando. A veces me trae noticias. Niño, ¿has escuchado a Tere Peña el Viernes? vaya tela, tío… Últimamente las noticias que trae Paredes son chungas, se ha muerto Chocolate, se ha muerto Terremoto, se ha muerto Morente, se ha muerto Morao… pájaro de mal agüero, le digo, sólo nos vemos pa´ disgustos. Sonríe.  Paredes pasa por delante, como si fuera de paso, pero se vuelve. Entra y da lo buenos días, como sólo lo hace un flamenco. Como casi siempre me coge entonando, da una pataíta y me saluda. ¿El último? Un mariquita está en la cola del médico. Lo llaman. ¿Qué edad tiene usted? ¿Ahora o cuando vine? Paredes bailaba de joven, no ha perdido el compás y alguna que otra vez nos hemos acompasado. Trae sus fotos con Farruco, con orgullo, las enseña como un tesoro y luego se despide. Que Dios reparta suerte… y los toros cornás.

El cariño y el respeto en el flamenco

Llamar chaval a alguien se suele hacer cuando no está presente y se habla bien de él,  tenga la edad que tenga el sujeto. Cuando no, se usa el “marrajo”, en alusión a la condición malévola del ausente, el jambo o el niño son otras formas de aludir a un ausente, suelen usarse en un tono irónico.

Por unas señas de identidad.

Al cante.

El buen cantaor tiene que enseñar los calcetines cuando está sentado para el cante. Arrepecharse en la silla, abrir las piernas, relajar el vientre, si está gordo, mejor. La caja de resonancia es lo mismo en un cuerpo que en una guitarra. Me remito a la lírica ¿ejemplos? todos. Es una imagen acostumbrada en el flamenco el cantaor sentado en la silla, de “medio lao”, a veces, al revés, como El Pali, pero, un detalle a tener en cuenta: hay que escuchar la guitarra. En el flamenco y en todas las  manifestaciones musicales que son en el mundo, es más importante el oído y la inspiración que la voz; si además se tiene, miel sobre hojuelas. Sentarse de una manera natural en la silla permite el libre movimiento necesario para, por ejemplo, girarse hacia el público, hacia el guitarrista, gesticular, incluso, como alguna primera figura de primeros de siglo –hoy inimaginable en un espectáculo-, volverse y escupir. Nunca debe usar corbata, por eso no hace falta advertir que no debe caer sobre la portañuela. Camisa blanca, abierta, pero un solo botón; chaqueta oscura, igual que el pantalón

Al toque.

El guitarrista debe tener su propia personalidad al toque, adoptar no sólo la mejor postura  para su comodidad, si no buscar la idónea para que su arte fluya desde la sonanta y proyectarla sobre el público, que observa, que mira. Moraíto metía la guitarra muy dentro de sí, casi la abrazaba entre los brazos y la pierna derecha arriba. Es mía, pero os la ofrezco…. Parecía tocar para sí mismo, no obstante fue un genio y eso sobresale por encima de todas las dificultades, de todas las posturas. Manuel Molina pegaba la mejilla a la caja. La sentía, la mimaba, le pedía. El mástil alto, la mano izquierda erguida, la derecha suelta. No era muy virtuoso, pero como el encantador de serpientes, captaba toda la atención sobre sí mismo y su guitarra para lo que tenga que pasar, pase. En fin, cada cual a lo suyo, el guitarrista debe ser él mismo en todas las circunstancias.

MANUEL MOLINA

El lenguaje en el flamenco.

Cantar por soleá…. hacer una soleá

Hay muchas maneras de definir a la seguidilla flamenca que ese esa su nombre, más, y según en qué ámbitos o regiones del flamenco, se suele llamar de distintas maneras, por los que cada uno contará la feria  según le vaya. En las tabernas de Triana se solía decir de esta manera: “Siguiriya”; la elle y la i griega son lo de menos, la pronunciación es de esta manera.

He visto entre cante y cante torear de salón. Como mi afición a los toros es muy precaria, daré algunas señales de lo que he visto. La afición era grande. Las paredes del “Morapio” estaban llenas de carteles de toros, y la gente solía “estirarse” de vez en cuando para demostrar el pase que había dado Curro, Diego o Jaime en la Maestranza.

Se utilizaba “Babieca” como “tonto”, más o menos lo que hoy día equivaldría a “julai”, y “te quie´i a caga al muelle», como menosprecio hacia determinada afirmación.

El “cané” es un embuste, una artimaña, o bien un intento de timo, aunque fue un juego de naipes propio de Triana, y muy practicado por los flamencos en las tabernas.

José Luis Tirado Fernández

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