
Como decíamos la semana pasada en «El homenaje de Triana a la cultura y los filósofos«, medio camuflado entre dos grandes árboles se alza imponente, a mitad de la Cava de los Gitanos, uno de los mejores edificios de los que dispone nuestro arrabal.
El Colegio Reina Victoria, como le llamamos los trianeros a este grupo escolar, desde 1934 pasó a llamarse José María del Campo, en honor a quién fue su director durante muchos años.

Construido sobre el solar del antiguo muladar de La Encarnación y lo que posteriormente fue la plaza de la Verbena, este edificio ha sido testigo mudo de la cruel transformación de la Cava de los Gitanos; el último ejemplo el “adefesio” en el que han convertido la casa-tapón del corral de la Encarnación y donde precisamente se refleja nuestro bello edificio.
Con proyecto del arquitecto Aníbal González – que lo realizó gratuitamente- e iniciativa de Cayetano Luca de Tena, el edificio se inauguró el marzo de 1909. Tanto la redacción del proyecto como la ejecución de las obras se realizaron en tiempo record, ya que el encargo del primero se realizó en 1906 y los trabajos de construcción comenzaron en octubre de 1907. Sin embargo tanta prisa no pareció empañar el buen hacer de los profesionales que intervinieron en la génesis de este colegio que fue todo un referente nacional y ejemplo a seguir como edificio escolar que además fue el primero en Sevilla en funcionar como escuela graduada. Era la nueva tendencia del sistema educativo español. Había que sustituir a la escuela unitaria elemental donde un único maestro estaba obligado a atender a un elevado y heterogéneo grupo de alumnos, con el agravante añadido de las graves deficiencias de los locales destinados a funcionar como escuelas; la mayoría locales de alquiler con nulas condiciones de higiene y habitabilidad.
Y tras más de 100 años de funcionamiento, este colegio trianero, ejemplar en sus comienzos, ha sabido mantenerse siempre a la altura de las circunstancias y, sin lugar a dudas, ha contribuido de una manera esencial en la formación cultural de muchas generaciones de trianeros, conservando en la actualidad un formidable estado de salud, tanto físico como mental, ya que a sus envidiables instalaciones hay que añadirle un magnífico grupo de profesores.
Aníbal González estuvo pendiente del menor de los detalles, llegando incluso a proyectar los pupitres. Concebido inicialmente como escuelas de párvulos de ambos sexos y de enseñanza elemental para niños y niñas, disponía de diversas estancias de uso común como el guardarropas, el despacho del director, sala de recreo cubierto, salón de actos, un impresionante patio central que originariamente estaba dividido en 4 partes, abundantes núcleos de lavabos e inodoros repartidos entre las dos plantas y una biblioteca popular con acceso independiente desde la calle – como servicio cultural al barrio- que se corresponde con lo que actualmente es el teatro.
Detalles de frescos sobre el forjado superior de lo que actualmente es el teatro.
Continuará….
José Luis Jiménez
Artículo original Trian@en la Red
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