EL ESTÍMULO DE UNA MARIPOSA

¡Buenos días, mi bella Triana!

Sé de buena tinta que por ahí la vida va volviendo a renacer, no así por estos pagos de Dios, que sigue estancada, enrejada y viendo pasar los días desde un tejado. Pero eso no es óbice para que siga soñando en letra y, de repente, me haya convertido en mariposa…

Yo fui…no recuerdo bien aquello que fui, pero un buen día llegó la primavera, un virus puso un huevo; creo que era yo. Después pasé a oruga entre unas paredes encerrada y, así, me convertí en crisálida hasta que me crecieron las alas gracias a ti por la luz que me alumbró, y volé. Volé tan lejos y alto como mi ánimo me indicaba. Tan solo me dieron de vida un respiro de apenas dos semanas, a lo sumo, seis, y aún volé más alto surcando mares, descendiendo montañas, revoloteando entre flores, alzando mi corazón loco, ancho y largo.

La luz hacía que mis alas fueran naranjas, azules, rojas, verdes, blancas, negras… Entonces, en mi vuelo rasante, me posé en tu alma cabizbaja. Nos miramos largamente, nos estrechamos sin querer mientras tu dedo me servía para ser farolillo de un instante en tu vida; fue lo más hermoso que sentí en mi disfraz de insecto.

Hace días que decidí volar fuera de mis rejas, alcé mis hélices por las techumbres del estercolero humano porque, precisamente allí, encuentro hermosos jardines rociados de luz pavorosa que hacen crecer mis alas de mariposa.

Aunque tú no lo sepas, sí, tú, sin rostro ni presencia física, eres un estímulo para mí, crees no tener color y existes en un arco iris que despierta cada mañana, luz en mis días fríos, una señal que provoca sensaciones por doquier para encender mi coraje y osadía y ser lo que soy… una mariposa atrevida inventando palabras para ti.

Espero que te haya gustado o, al menos, entretenido, mi bonita Triana… ¡Hasta la semana que viene!

Ángeles Cantalapiedra, escritora

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