El flamenco y el vino

Son numerosas las letras que hacen referencia al vino, a las borracheras y a los borrachos. La primera consecuencia de casi todas estas letras sería justificar el consumo del vino para ahogar alguna pena, e incluso se invita en algunas a beber, como en esta que hacía Terremoto por fandangos

Dicen mis amigos que yo vivo
toos los días de borrachera
y mis amigos no saben los motivos
y si alguno de ellos lo supiera
también se emborracharía conmigo.

                En la siguiente soleá, se considera la amistad como un bien primoroso, y al cante, en este caso, como buen compañero de viaje, tanto en la tristeza como en la alegría, cómo no, que proporciona el vino:

El cante es mi buen amigo,

igual me mata de pena

que se emborracha conmigo.

                Y como la alegría en casa del pobre dura poco, habrá que aprovechar también lo que esta se alargue y, como se dice en esta bambera, disfrutarla:

Déjame que beba vino,

no me digas que no beba;

puede ser que llegue el día

que quiera beber y no pueda

porque me falte la alegría.

                Desde antiguo, el vino ha  consolado las tristezas del hombre; en la novela de Mika Waltari “Sinuhé el egipcio”, cuando su esclavo Kaptah le relata, cuando va a visitarle, cómo le va la vida de tabernero:

la sed del hombre permanece inalterable pase lo que pase, y aunque se tambalease el poderío de los faraones, y los dioses se cayesen de sus tronos, las tabernas y las hosterías no estarían más vacías que antes. Porque el hombre bebe vino en su alegría y lo bebe en su tristeza; en el éxito alegra su corazón con el vino y en el fracaso lo consuela de igual modo; bebe cuando está enamorado y bebe cuando su mujer lo apalea. Acude al vino cuando los asuntos van mal; riega sus beneficios con el vino. Ni tan sólo la pobreza impide al hombre beber vino

                Ampliamente utilizada en el flamenco, la compasión por el sufrimiento del prójimo, encuentra espontáneo manifiesto en los grandes relatos que a través del fandango se han hecho, no sólo desde los de Alosno y Huelva, sino en los naturales y personales, de entre los que siempre me llamó poderosamente la atención este:

Que entró y no me conoció

que borrachera más grande tendría

que entró y no me conoció

paso por la vera mía

y un cigarro me pidió

lloraba y no la entendía.

                Se cantaba mucho en las tabernas. El último verso de este fandango se ha dicho siempre como “lloraba y no lo encendía”, ejemplo de las distintas variantes de los cantaores, que no sólo aportan su personal sello en la melodía y giros melódicos, sino que “meten” las letras como mejor les conviene a su manera de acompasar las sílabas, y a veces, “mejorar” incluso, las letras originales. Tal como le comentaba al periodista trianero Ángel Vela, en unos jugosos comentarios que intercambiamos a través de correo electrónico, cada letra, cada verso en flamenco sufre tantas transformaciones como tantos son los intérpretes que los ejecutan, y la que fue letra original, recogida en su tiempo y perfectamente documentada, está sujeta al criterio de aquél que la interpreta. Siempre y sin que nadie pueda evitarlo. Es tema para otro capítulo, o mejor, para otro libro.

                La conclusión, de templanza y moderación,  sería también flamenca, y en versos de Pemán, poeta gaditano poco llevado a los cantes a pesar de contar con letras impresionantes, como ésta:

“Beber es todo medida:

alegrar el corazón

y sin perder la razón,

darle razón a la vida”.

 

Existe un video fabuloso en la serie Rito y Geografía del Cante, extraordinario. Ojalá les guste. 

Rito y Geografía del Cante Flamenco – El vino y el flamenco 

 

 José Luis Tirado

 

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