EL LIBRO DE LA VIDA

Triana, Guadalquivir, Pantalán,

Mi querida Triana… Hoy no quiero comenzar mis letras dominicales sin compartir contigo que acabo de terminar mi sexta novela. He llegado a la meta gracias a gente que ama, respeta, y ha estudiado Triana como José Javier Ruiz Pérez, Ángel Vela, la hemeroteca del ABC de Sevilla, o Jesús Daza. Ahora comienzo un camino arduo de correcciones, pon aquí, quita allá… Incluso, de ir a Sevilla y comprobar in situ los escenarios donde se desarrolla la historia para que estos me hablen, y calen en mi corazón. Si dijera que lo he pasado bien escribiendo esta novela, os mentiría; lo he pasado fatal. Sin embargo, cuando el tiempo pase, seguramente mi perspectiva será muy distinta…

Todo tiempo pasado supuestamente fue mejor, aunque verdaderamente no lo fuera. Pero hogaño, lo recuerdas desde fuera y te ves como un superviviente del ayer, y doras aquellas andanzas tuyas de una pátina de cariño, incluso la risa viene a tu encuentro por esto o por aquello que hiciste, viviste, dijiste o sentiste. Son ayeres edulcorados y, comparándolos con el presente, con ese hoy que te obliga a seguir “Palante”, el pasado se engrandece frente al hoy.

El ahora requiere esfuerzo, aventura, riesgo, posicionamiento. Implicación, mientras que el antes está hecho, solo requiere de memoria para que lo vivas a través de una remembranza, evocaciones distorsionadas de una realidad pasada que son parte de tu historia personal.

Hubo un tiempo que seguramente fuiste un desgraciado, sin embargo, con años a tus espaldas incluso te permites ser benévolo y decir “Pobre diablo”. Te sitúas en un plano condescendiente con los hechos acaecidos, con tu propia conducta y crece un afecto, un apego, una querencia, hacia esas páginas que escribiste.

El dramatismo de un acontecimiento triste, por ejemplo, desaparece. Solo si eres capaz de transcribir en tiempo real un hecho de tu vida sabrás de su proporcionalidad y, tiempo después, lo relees, entonces sabrás de ti. Si no es así, la memoria como tal, además de selectiva, es engañosa, pero también condescendiente y amorosa como una madre.

Recuerdo el hallazgo en casa de mi madre de dos carpetas. Iba entonces a presentar mi primera novela, y debía preparar mi biografía literaria inexistente, vamos, me la tenía que inventar pues mi memoria de pez me indicaba que comencé a jugar con las letras a partir de un incidente traumático años atrás. Es decir, supuestamente, yo llegaba a las letras, a rubricar mi existencia retórica a partir de dos puntos de inflexión en mi vida: incidente traumático cuando iba a trabajar y más tarde, mi estrés, también, laboral, a partir del cual la escritura se convirtió en oficio…, hasta que descubrí aquellas carpetas y encontré que a los quince años ya soñaba con escribir en un periódico, hacía piruetas con las letrillas y me tragaba con deleite y pasión artículos de Delibes y Francisco Javier García Abril, hacinados, amarillentos, subrayados, en un archivador.

De todas formas, ¿alguna vez hemos dramatizado nuestra añeja existencia?, ¿hemos tenido miedo a que el ayer se repitiera? Sí. Recuerdo con pavor la entrega de notas en la universidad y, si lo analizo, no era para tanto porque si no estudiaba lo suficiente, ¿qué me podía esperar? El suspenso y volver a empezar, no hay que dramatizar algo que yo me busqué. El miedo, sin embargo, ahí existe, que vuelva el pasado a tragarme en una calle solitaria o que mi pecho se vuelva a agitar como una máquina destartalada ante la aprensión de bloquearme por estrés…, cada uno tenemos nuestras vivencias, el baúl de los horrores, las reseñas endemoniadas, que nos pueden llegar a paralizar nuestro presente.

 

Lo que es esencial es que el pasado, la memoria, no obstaculice nuestro hoy, lo único que de verdad existe y tenemos. Si recuerdas un ayer será para avanzar y construir, nunca para remover viejas heridas. El ser humano está hecho de retazos de arañazos, agravios, lesiones, pesares y aflicciones, pero también de júbilos y alborozos, de diversiones y entusiasmo, de gozos y felicidad y grandes dosis de amor; en nuestras manos está el equilibrio para seguir transcribiendo el libro de la vida.

¡Feliz semana mis trianeros!

M Ángeles Cantalapiedra, escritora
©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla…Gymnopédies