ESA SEVILLA INTIMISTA

Mi querida Triana…

He sabido que ayer, casi por sorpresa, a eso de las seis treinta de la tarde, Sevilla entera se encendió de Navidad. Yo, cuando vivíamos la otra vida, por estas fechas siempre estaba zascandileando en mi tierra querida. Recuerdo que abandonaba a toda prisa las maletas con el ansia prendida en el corazón para traspasar cuánto antes el puente que me llevaba a los brazos de Triana y embelesarme de tus luces coloridas invitando a una verbena verbenera íntima y decirme “Ya estás en casa, vete rápido a ver a Madre” y llenar los pulmones por calle Pureza.

¿Recuerdas Triana cuando las calles de Sevilla sonaban a cascabeles de maletas yendo en busca de algún destino? Era una música más de esta ciudad. Como son los pajarillos encaramados en los árboles de cualquier callejuela o plazoleta; a estos, Triana mía, nadie tiene las narices, por mucho virus que haya, hacerlos callar. Cantan sin prisa, pero con la alegría impresa de todo sevillano. Las campanas suenan en un momento impreciso del día, no las hace falta una disculpa para echar el vuelo y atraer tu mirada a hermosas espadañas dispersas en ese cielo añil tocando con su tañido el regocijo de existir.

Adoro, Triana, enredarme en vuestros silencios, dejarme perder en busca de una sensación. Porque, Sevilla, no es solo arte, es emoción, es ir al encuentro de lo inesperado y sorprenderte a ti mismo sentado en un banco y cerrando los ojos mientras escuchas una sinfonía de vencejos. O tomarte un café en cualquier plaza recoleta mientras el sol rocía tu destemple matinal.

O, más aún, encontrarte a tu paso despistado con una iglesia y adentrarte en ella. Sin más, sin pensar, te sientas en cualquier banco a descansar tus pies y, de pronto, sin que tú lo sepas, una atmósfera suave va entrando en ti, una soledad bien acompañada de ese yo que llevamos catapultado en las entrañas y que pide salir a respirar, a gozar de la paz que tu cuerpo está gozando en ese momento.

Y si fueras capaz de salirte de ti mismo, te verías absorbiendo la tranquilidad mientras ordenas inquietudes, pensamientos, tristezas tal vez.

Cuando escribí Sevilla…Gymnopédies, Triana, me di cuenta que una iglesia es la casa de todos, uno de los mejores lugares para sentarte, pensar y encontrar tu equilibrio emocional.

Sevilla es mi cascabel, te lo confieso solo a ti, Triana, quien me recuerda quien soy y, seguro que tú, tienes también ese lugar donde estalla tu alma para recordarte quién eres de verdad…

Pero este año, ya sabes, es inusual para todo. Me sabe a renuncia, me huele a ausencia. Lo mire por donde lo mire, no veo a mi Triana, a Sevilla, si no es en mi corazón aterido de frío. Solo escucho a la nostalgia y esta me dice que tú no te irás nunca de ahí y, cuando yo pueda volver, palparé la suavidad de un sentimiento que nació para no irse jamás de mi ser.

¡Feliz semana, mis trianeros!

Mª Ángeles Cantalapiedra, escritora

©La vida secreta de las mariposas ©Un lugar al que llegar ©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla… Gymnopédies