La Cruz Roja de Triana

Hospital Infanta Luisa antigua Cruz Roja de Triana

Junto a Los Cien Montaditos veréis el Bar Restaurante La Esperanza, todo un clásico en el lugar, conocido sobre todo por sus sevillanos calentitos según pregonó Antonio Burgos en su recuadro del periódico ABC el día 14 de abril de 2012:

(…) Yo quiero hoy rendir homenaje aquí a un bar de Triana, de la calle San Jacinto, donde los calentitos se siguen llamando calentitos, oralmente y por escrito. Trátese del Bar Restaurante Esperanza, que está en la parte final de la calle San Jacinto, pared con pared con la Cruz Roja de Triana, que se escribe Hospital Infanta Luisa, pero se pronuncia Cruz Roja de Triana.

Y como Burgos señala, habremos llegado al lugar donde estuviera el antiguo Dispensario de la Cruz Roja, hoy Hospital Infanta Luisa.
El Comité Internacional de la Cruz Roja surgió en Ginebra en 1863 a iniciativa de Henry Dunat, comerciante suizo que tras ser testigo de los estragos de la Batalla de Solferino, enfrentamiento ocurrido en el norte de Italia entre los ejércitos austriaco y francés, promovió la creación de una sociedad de socorro neutral que pudiera atender a los heridos de las guerras por medio de voluntarios cualificados. Al año siguiente, doce estados firmaron el Primer Convenio de Ginebra adhiriéndose a los principios instaurados por Dunat.

Al poco tiempo este movimiento altruista se fue expandiendo por todos los países europeos, llegando a España de la mano de la orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. Aunque fue a partir de la Guerra de Marruecos, en 1918, cuando empezaron a levantarse dispensarios por toda España.
En Sevilla se construyó uno en la Ronda de Capuchinos, sirviendo de hospital de sangre donde se ingresaban a los heridos de la guerra en el Protectorado además de usarse como asilo para indigentes. Al llegar el año 1921 recibió el apoyo de la Casa Real, lo que favoreció la construcción del edificio actual, que poco a poco fue adquiriendo prestigio en la ciudad. A partir de entonces el dispensario fue regentado por una Junta de Damas de la que fue presidenta la marquesa de Yanduri, asamblea que conseguiría ponerle en nombre de la reina Victoria Eugenia como muestra de agradecimiento por el regio patrocino.
Y no sería hasta el 20 de diciembre de 1927 cuando se inaugura el de Triana, gracias, desde luego, a la donación testamental de Francisco de Paula Recur Solá, llamándosele Dispensario Infanta Luisa.
Pero ¿quién era esa infanta Luisa?
Doña Luisa de Orleáns y Orleáns-Borbón fue la abuela materna de don Juan Carlos I. Su madre había sido María Isabel de Orleáns-Borbón, infanta de España hija de los duques de Montpensier, y su padre el príncipe Luis Felipe de Orleáns, conde de París, nieto del rey de Francia Luis Felipe I y heredero al trono.
Aunque nació en Francia doña Luisa pasó parte de su infancia en el palacio que su familia tenían en Villamanrique, localidad llamada desde 1916 de la Condesa por su madre, la condesa de París, y desde luego en Sevilla, en el Palacio de San Telmo con su abuela doña María Luisa de Borbón, ya viuda del duque de Montpensier.
Infanta de España por real decreto de Alfonso XIII, se casó en 1907 con el también infante don Carlos de Borbón, viudo de la hermana mayor del rey Alfonso XIII, quien sería nombrado capitán general de Andalucía en 1921, lo que les obligaría a trasladarse a Sevilla donde deciden instalar su hogar definitivamente.
La infanta Luisa murió en esta capital el año 1958 después de una intensa labor caritativa que le granjeo el cariño de los sevillanos. El periódico ABC Sevilla del día de su fallecimiento reseñó su vida en un extenso artículo de adornada literatura, plagado de adjetivos rimbombantes propios de la época, del que hemos destacado estos párrafos:

Y fue en la luminosa ciudad andaluza donde la ilustre y egregia dama habría de dejar incantables y profundas huellas de aquellas excelsas virtudes que adornaron su existencia, ejemplar por tantas otras razones. Doña Luisa era, ante todo, un verdadero ángel de la caridad. Infundió nuevos vuelos a los afanes de la Cruz Roja Española y se consagró por entero a la labor que la benemérita institución realizó en Sevilla. El dispensario de la calle del Marqués de Paradas y los hospitales de Capuchinos y Triana- este último justamente rotulado con su nombre- son testimonios tangibles de una tarea sacrificada que a veces alcanzó la altura suprema de la abnegación. La Infanta piadosa y abnegada se haría popular entre las gentes modestas y humildes, no precisamente por su traje de Corte, sino con la toca y el austero vestido de dama auxiliar de la Cruz Roja.

Por eso no es de extrañar que su nombre fuera el elegido para el segundo hospital que la Cruz Roja abría en Sevilla, este de Triana, cuando, además, era en esos momentos la presidenta de la Asamblea Local de la institución.
Estuvo muy vinculada a la hermandad de la Esperanza de Triana, de quien fue Camarera de Honor, y a la hermandad de Pasión, siendo enterrada en la cripta de la iglesia del Salvador a su muerte.
El dispensario Infanta Luisa albergó, además, el cuartel de la Brigada Sanitaria de Camilleros y Socorristas, unidad militar formada por voluntarios que prestaban sus servicios en las carreteras y lugares públicos, brigada a la que se incorporó en 1963 el grupo musical de la Obra Sindical de Educación y Descanso, que desde entonces fue la conocida y querida en toda Sevilla Banda de Música de la Cruz Roja.

En marzo del año 1965 el periódico ABC publicó un extenso reportaje sobre la Cruz Roja sevillana, firmado por Francisco Amores López. Estas fueron algunas de las palabras dedicadas a ellos:

Aquí están los mayores quijotes de la Cruz Roja. Están aquí, alegres y amables, con su coronel jefe al frente. Proceden de los albañiles, de los mecánicos, de las oficinas, de la Universidad, del periodismo. Están aquí, y en todas partes. Donde hagan falta. Donde sean precisos. Allí están. No los valoramos al pasar. Porque en manos de ellos, más de una vez, estuvo o puede estar nuestra vida. Están aquí, en su cuartel-hogar. Vida de milicia, vida de sacrificio. Servir al prójimo, amar al prójimo más que a sí mismos.

El viejo dispensario se fue renovando poco a poco durante los años setenta del siglo pasado, siendo sustituido su viejo edificio por uno más moderno y con mayor capacidad. Sin embargo, en 1988, la Asamblea Suprema de la Cruz Roja decidió venderlo a la iniciativa privada. Ya no era necesario para la población más desfavorecida, que tenía asegurada la asistencia sanitaria gracias a la Seguridad Social. Y así, esta institución tan arraigada en el barrio, fue adquirida por los doctores Loscertales y Galera, que a lo largo de los años siguientes la fueron sometiendo a una segunda modernización hasta convertirla en el hospital que es hoy, aunque dejando en el camino la idiosincrasia propia que tuvo desde el principio.
En su vestíbulo aún pueden verse las placas conmemorativas de la inauguración del primitivo dispensario y en su fachada el bello retablo cerámico de la Esperanza de Triana pintado en el año 1998 por José Antonio Peláez Saavedra. Bajo Ella unos versos del médico sevillano José María Rubio Rubio:

Allí donde te encuentres

en cualquier lugar

en la enfermedad y en la salud

estará siempre a tu lado la Esperanza

(Continuará)

 

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