MACARENA, MI ESPERANZA

Mi querida Triana… ¿Sabes? A veces se cumplen los sueños, no siempre, pero de vez en cuando te llevas la sorpresa de lo que un día deseaste, se ha hecho realidad. Soñar es gratis y, sin dejar de posar tus pies en el suelo, esos sueños ayudan  a sobreponerte en momentos duros de la vida. Es más, soñar te da esperanza, alivio y coraje para tirar “Palante”, por eso, animo a quien se acerca a la orilla de mi vida a que sueñe, despliegue sus alas aunque con los pies, insisto, en  el asfalto por el cual transitamos.

Cuando conocí Sevilla, tuve la suerte de, quien me la mostró, fue un trianero, un enamorado de su ciudad. Quizá, por eso, hoy veo esa otra Sevilla que no se ve, de calles y callejuelas ocultas, de patios y jardín donde Dios revolotea en cada recodo. Donde mirar a una Virgen es hallar la luz perdida, la paz ansiada. Donde cada templo es sentarte y rezar por dentro, y oler a muchas cosas mientras respirar amor por lo tuyo y el costumbrismo te hace suya. Donde las campanas resucitan, sí, despiertan sentimientos muertos, y eres capaz de emborracharte de un acento, de mil matices que a simple vista eres ciego y no ves. Donde el Guadalquivir divide y después une. Aguas bendecidas por un sol que a veces quema y, otras, abrasa. Sin embargo, es capaz de convertir al zumo del Guadalquivir en oro y espiritualidad.

Y así, fui aprendiendo  a amar a Sevilla, a soñarme en Triana, a no sentir tierra por medio, y a gozar en mis sueños subida a una azotea de Triana, a contar estrellas mientras me fundía en el deseo de vivir alguna parte de mi vida en esta ciudad hermosa.

Ya sabes, mi querida Triana, que los caminos de Dios son inescrutables, a veces, sorprendentes, y muchas, inteligibles, y a eso llamamos fe, no nos queda otra. Y precisamente este Dios, incoherente multitud de veces para los humanos, ha debido pensar en premiar mi fidelidad a Sevilla y me ha enviado a Macarena, aunque yo por dentro la llame mi Esperanza.

Macarena, es sevillana, de pura cepa, como decimos en Castilla. Cuando se pone hablar, coge carrerilla y no hay quién la entienda, el embrujo de su acento cerrado me hace caminar por cualquier día de diario sevillano. Sus ojos, su pelo, son noche cerrada, mirada directa y de frente siempre. Alta como la Giralda y brava como la ciudad que la vio nacer. Da unos abrazos que encienden cualquier corazón desolado. Ella es coraje, luchadora y amante de los suyo. Sí, así es Macarena, aunque por dentro yo la llame mi Esperanza, esa muchacha que se enamoró de mi hijo, que le salvó de aguas turbias, que le llenó de amor, fortaleza y valentía. Ambos han decidido unir sus vidas ante Dios y en Sevilla en una tarde de otoño sevillano.

Ahora, ¿me entiendes, Triana, por qué digo que a veces los sueños se cumplen? De alguna manera, me voy ligando a Sevilla, cosiéndome a ella, y estoy inmensamente feliz y no dejo de dar gracias a Dios porque Macarena, para mí mi Esperanza, pusiera sus ojos de noche para dar luz a mi hijo…, a mi sueño.

¡Feliz semana mis Trianeros!

 

M Ángeles Cantalapiedra, escritora
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