MEMORIA DE AGUA

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Es domingo, Nemesio y Tomás vienen de misa de La O e invariablemente desde hace cinco años se para en la calle Castilla en el bar de siempre a tomarse su cervecita dominical…

– ¡Vaya putada, vaya putada, hijo! – Nemesio seguía moviendo la cabeza- Que no se entere tu madre, que no se entere, menudo disgusto se iba a llevar.
– ¡Papá, por dios! Mamá se murió hace cinco años.
– ¡Anda este! Será para ti. Yo hablo con ella todos los días.
– Sí, papá, lo que tu digas. El fantasma de mamá te limpia, te cocina y te da conversación.
– ¡Ojito lo que dices de tu madre! Ella es una feminista y si te oye hablar así, te suelta un chuletón, aunque tengas treinta y cinco años- Tomás suelta una carcajada.
– Eso es verdad, anda que no le gustaba sacar la mano a pasear. Tenía a los tres hijos firmes. Bueno y a ti.
– ¿A mí? Jamás. Yo hacía que hacía y luego, de puertas a fuera, yo era otro. Una mujer muy dominante y en mi época “un calzonazos” era muy mal visto- Nemesio calla un momento, parece rebuscar algo en su memoria- ¡Vaya putada, vaya putada, hijo! Sé que Carmina ahora me va a perdonar del todo, seguro, ¿a qué sí hijo?
– Sí, papá, por cierto, ¿te acuerdas cuando fuimos con el seiscientos a Cádiz?
– ¡Calla! Media vida pagando el coche, pero mereció la pena. Fuimos de los primeros en la Triana en tener un coche tan moderno. Parecíamos unos nuevos ricos hasta que llegó mi hermano Ramón y la jodió.
– ¿Qué pasó con el tío Ramón, papá?
– Un envidioso, hijo. Fue contando a todos que yo me había pasado de bando y me había convertido en un capitalista. Tu padre, un comunista hasta que se muera… Le perdoné, era mi único hermano, si le presté el coche para irse él también a Cádiz y sintiera el capitalismo en un volante- Nemesio se echa a reír con todas sus ganas.
– Papá, ¿por qué no te vienes a vivir conmigo? Tú solo en casa, la verdad no sé qué haces.
– ¿Cómo qué solo? Y tu madre, ¿qué?
– ¡Vale! Acepto pulpo como máquina de escribir. Nos llevamos a mamá también.
– ¡Ni de coña marinero! Tu madre y yo necesitamos nuestra intimidad, ya sabes o, ¿no lo sabes?… ¿Te he dicho alguna vez qué carnes más prietas tiene tu madre? Me vuelven loco. Claro, qué vas a saber tú si no te gustan las mujeres, ¡maricón, que eres un maricón!
– ¡Papá habla más bajo! -resopla, busca paciencia y palabras precisas-… Aun siendo maricón, quiero que mamá y tú os vengáis a casa conmigo-se queda mirando a su padre y le dan ganas de abrazarlo.
– Hijo…
– Dime, papá. ¿Pasa algo?
– Se me ha ido la cabeza. No he querido llamarte maricón, lo juro por tu madre que está en la gloria.
– Lo sé, lo sé papá, tranquilo.
– Es esta maldita enfermedad, joder- Nemesio mira a su hijo con un par de lágrimas retenidas en sus ojos miopes- Oye, cuando el mundo se me olvide, cuando la tierra no sepa qué es, y la memoria se me haga agua, y maldiga todo lo que se mueve, ¿me lo recordarás, hijo, me perdonarás?
– Sí, papá, siempre.
– ¡Vaya putada, vaya putada, hijo! – Nemesio seguía moviendo la cabeza- Que no se entere tu madre, que no se entere, menudo disgusto se iba a llevar… Oye, ¿cómo te llamas? Qué conste que lo tengo en la punta de la lengua…

Tomás pasa su brazo por los hombros de su padre y se pierden por el Altozano. En el aire quedan colgadas sus carcajadas; siguen recordando para cuando ya no puedan.

¡Hasta la semana que viene mis Trianeros!

M Ángeles Cantalapiedra, escritora
©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla…Gymnopédies

PD. Foto de Jesús Daza