MIÑO

Al dos por medio en el árbol se duplica el sonantero, buscando pasiones nuevas y acariciando el momento: una mano coge flores, otra va pisando cielo,  y el barniz oro se vuelve recamado en el madero. Con su vihuela Ricardo va preguntando al silencio y a los espacios celestes, más le contesta el flamenco: la respuesta está en lo oscuro del ojo de Polifemo.

Vuelve, viene y va la izquierda buscando soníos negros, nube que vela las cuerdas con la sombra de los dedos en el tisú de los trastes, que van cediendo al esfuerzo. Así el ave va a la rama buscando el nido en su vuelo, reposando sobre el mástil remates de cuño nuevo, desde el pie de los agudos hasta los caños del hueso.

Mercurio en sus raudas alas,  hélice de terciopelo, va la derecha cargada de círculos y ornamentos, plantando sobre  las cuerdas en su prodigioso arpegio un rimero de sentencias, incertidumbres y sueños.

Soleá del minutero que enciende en el Altozano la luna de lo cercano y el sol de lo tempranero, faro de lo verdadero, melodía del gitano cuando repica en su fuero la invocación del arcano, falseta del alfarero que modela soberano ternura en su clavijero, amor que talla la mano con gubia de imaginero, magia que da a lo certero lo probable de lo humano, y al cronómetro tirano, le impone son trianero.

MIÑO Foto de MANUEL GARCIA RODRÍGUEZ
MIÑO
Foto de MANUEL GARCIA RODRÍGUEZ

José Luis Tirado

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