MÚSICA PARA LLEVARSE AL CORAZÓN

Mi querida Triana…

Te imagino hoy de mil maneras y todas ellas brillando por encima de una maldita pandemia. Pureza, Castilla, San Jacinto…, resplandecen pues el día de todas las Madres, esas madres que no escatimaron amor en sus hijos. Ese amor maternal que se escribe del derecho y del revés. Por sus costuras se escapen temores e inseguridades, infidelidades y desahogos, frustraciones y duelos, éxitos y logros y, ahí, están SIEMPRE los brazos de una madre para cobijar a un hijo en cualquiera de sus versiones, rodeándolos de la música de un corazón que late lleno de amor infinito.

Esta semana ha sido muy dura para mí, dulce Triana. A mi madre la tuve que dejar volar al laíto de la mayor Esperanza. Sí, ahora camina entre las nubes algodonosas cuando aquí ya eso no podía hacer. Ahora ve los nuevos amaneceres que llegan hasta ella, impedidos antes por su ceguera; sin duda ha ganado en calidad, pero me dio verla partir, es humano, ¿verdad?

Ahora se me abre un nuevo horizonte y mi obligación es escribirlo de luz, disfrutar de esta vida que es un regalo donde nunca se termina de aprender, donde nuestras piernas, corazón y sensibilidades varias son runners expertos en avanzar siempre hacia adelante.

Hay quienes se enfadan con esta nueva normalidad que se abre ante nosotros, creen que estamos teledirigidos para un escenario muy distinto al de antes y cuyo fin no es otro que modificar nuestra esencia. Tal vez sea una ilusa y no lo quiera ver y por debajo de la alfombra de nuevas normas, haya quereres para que así sea y que no volvamos a ser lo que éramos.

Para mí, es un paso preventivo para que ese mal que nos aqueja a la humanidad entera no nos lleve por delante a todos. Pero, más tarde, cuando tengamos el arma letal para destruirlo, volveremos a nuestros orígenes de pueblo dado a la alegría, a la bulla callejera, al abrazo largo y a esos besos que nos hacen soñar en un arco iris.

Ahora, el impacto emocional hierve en nuestra sangre, la confusión persigue a nuestras ideas, el alma se halla demasiado dolorida, pero no debemos abandonar, olvida llevarse al corazón esa música que enciende el espíritu.

Sé, mi Triana bonita, que tú no has abandonado la sonrisa en tu rostro, en tu esencia, porque es la música de tu alma.

Hoy buscaré en el algodón del cielo, en su música, a mi madre y simplemente le abrazaré con la mirada, su recuerdo va conmigo.

M Ángeles Cantalapiedra, escritora
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