¡Ojú que calor!, ¡un gazpachito, por favor!

¿Hay algún manjar que sacie y refresque más en el verano sevillano que el gazpacho?

Pues no, no lo hay.

Manjares habrá, pero no tan apropiado como éste.

Todos sabemos que el gazpacho es ese alimento típico nuestro hecho a base de tomate, pepino, pimiento, ajo, y algo de pan asentado del día anterior. Esa es la esencia de esta delicia aunque cada cual luego le añade su ingrediente personal, una zanahoria, o una manzana, o un gajo de cebolla, o… Cada gazpacho lleva el sello de cada familia y la receta normalmente se conserva de padres a hijos con ese toque particular.

Pese a que se sirva en los mejores restaurantes de España con alguna variedad y su presentación sea de diseño, el gazpacho es una creación nuestra.

El humilde gazpacho acumula en sí toda la sabiduría popular y es indispensable para soportar este verano nuestro. Su composición hace de él un alimento completo e inmejorable:

  • Las hortalizas aportan todas las vitaminas y sales minerales necesarias que perdemos al sudar.
  • El pan mantiene y aporta hidratos de carbono.
  • El vinagre y el agua, refrescan.
  • Y la sal hace que no nos deshidratemos.

Y si te lo tomas fresquito tras venir de la calle, ¡resucita a un muerto! (si no está muerto del todo, claro), je.

Pero ¿a quién se le ocurrió la idea un buen día de hacer gazpacho?

La verdad es que el gazpacho es la receta final de generaciones y generaciones de sufridos sevillanos. Y se empezó a gestar desde  la época de los romanos.

Los romanos aprendieron de los griegos a mantener a sus tropas en campaña a base de pan que desmenuzaban con agua (por lo que no importaba que fuera duro) y lo aderezaban con aceite, vinagre y sal. Con esta dieta conquistaron los griegos Persia e India. Y los romanos, gente muy práctica, lo copiaron para sus campañas.

A nosotros nos llegó cuando éstos se instalaron primero en Itálica y luego por toda la zona. Los romanos se casaron con mujeres autóctonas y ellas, para darle algo de más sabor a ese blancuzco gazpacho militar, le  picaban pepino y majaban ajo.

Con el correr del tiempo llegaron los árabes, quienes ansiosos de frescor y vegetación verde, por aquello de que venían del desierto, le agregaron al gazpacho un pimiento finamente triturado con lo que le dieron ese sabor a huerta.

Tras los moros y el discurrir de la historia, el descubrimiento de América nos trajo, entre otras cosas, el tomate. Ahora es cuando el gazpacho queda completado, con su  pan, sal, aceite y vinagre de los griegos, pepino y ajo de los romanos, pimiento de los árabes y tomate de los colonizadores.

Luego al gazpacho cada uno lo acompaña con lo que quiere, huevo duro, taquitos de jamón o pepino…, pero por muchos complementos que se le ponga y mucha presentación diversa que se le quiera dar, el gazpacho ha sido, es y será un manjar producto de la sabiduría  popular.

«¡Salve Sevilla, síntesis del Orbe, puerto de Indias y cuna del legítimo gazpacho!»

 J.M. de Mena

Elaboración propia: El Diario de Triana

Origen de las imágenes: Google

Fuentes consultadas:

  • La Sevilla que se nos fue. JM de Mena.
  • Wikipedia

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