Pasitos de guiri

Sevilla, guiri

Hoy, cuando llego a Sevilla es como si llegara a mi “Alma mater”, es más, siempre digo que, si algún día me pierden de vista, que me busquen en Sevilla, en concreto en Triana, seguro que me encontrarán prendida en algún balcón o en una ventana enrejada. Sin embargo, no siempre fue así…

Yo fui una turista accidental, una guiri más que se deja guiar por un plano y un librito de explicaciones y recomendaciones; por supuesto lo que más funciona es “El boca a boca”, no hay mejor publicidad para un lugar, establecimiento o lo que sea. Y un amigo madrileño me aconsejó.

  • Ángeles vete a un barrio que se llama Triana- la verdad es que me dieron ganas de darle un soplamocos al chaval pues después de mi primera visita a Sevilla y, sin apenas conocer Triana, yo ya me fui enamorá, y el tonillo de barrio como que se me quedaba chico, pero puse toda mi atención- y pregunta por Casa Anselma.

Lo anoté, busqué en el plano calle Pagés del Corro 48 y, como mi marido es de los que madrugar le sale salpullido y a mí por el contrario me da oxígeno, me encanta el despertar de las ciudades, esos silencios cortos que se cuelgan en el alma dejándote igual que el Guadalquivir cuando aparecen los primeros piragüistas y el agua hace cabritillas de alegría. Así que aquel día crucé el puente trianero, con mapa en mano, y me fui paseando tranquilamente por la calle San Jacinto. Era una delicia ver despertar a mi barrio entre los camareros poniendo sus mesitas, las señoras con su bolsa de la compra en el brazo y su monedero bien pegado a su pecho, el subir las persianas de los comercios y ese vientecillo impío que empujaba al placer sencillo de los sentidos.




Recuerdo que mi primer café en vaso y, desde entonces, lo tomo así, fue en un bar delicioso, esquina Rodrigo de Triana, creo que se llama Las Columnas. ¡Qué tosta de jamón a las nueve y media de la mañana! Aún se me saltan las lágrimas de gusto y mientras sorbía aquel café oscuro con un regusto a buen café colándose por mi garganta sonaron unas campanas; juro que aquel sonido me hizo levitar. Sonaban de cerca. Pagué y fui en su busca y lo encontré, en ese momento estaban abriendo, eran las diez… ¿He contado que en Sevilla aprendí a rezar? Pues sí, pero esto que quede entre ustedes y yo, es algo muy íntimo. Pues bien, asomé la cabecilla y me encontré con uno de los lugares más maravillosos que conozco. Chiquitito, de aroma delicado, silencioso y me senté. Estuve bastante tiempo callada, admirando, hasta que me puse a hablar mentalmente con la Virgen que custodiaba aquel lugar mágico, pero el hechizo se me rompió al mirar el reloj y ver la hora. Salí zumbando, eso sí me topé con una mujer entrada en muchos años y pregunté que iglesia era aquella “La Virgen de la Estrella, mi niña”, me contestó, la regalé una sonrisa distraída y me fui.

Volví a mirar el mapa, estaba cerca de mi objetivo y, una vez localizado, emprendí a toda velocidad la vuelta o mi marido me abandonaba a mi suerte en Sevilla… Con el tiempo a mis espaldas, ahora pienso que, si me hubiera abandonado, me había quedado tan feliz en Sevilla, pero es un tipo fiel y, después de treinta y tres años, nos seguimos el uno al otro.

Bueno, a lo que iba, que me enrollo como las persianas, ese mismo día por la noche llevé a mi santo esposo a Casa Anselma. No crean, le lleve a regañadientes, pero fue. Después de una cola interminable, logramos entrar, ¡lo qué me pude reír!, con unos guiris, como nosotros, americanos, tratando de tocar la guitarra y cantar lo que ellos entendían por flamenco. Ay si algunos levantaran la cabeza como Curro Pulla, El Colorao, El Planeta, Frasco o tantos otros, nos cortaban a todos la cabeza, pero todo tiene un sentido, un porqué y, si de verdad quieres, tarde o temprano llegas a conocer la esencia.

 

Y yo a partir de aquel día, pocas son las veces que no he ido a Sevilla y no he visitado La Anselma. Posee un retrogusto delicioso, divertido, encantador. He llevado a escritores de varias nacionalidades y han salido de allí con la sonrisa cosida en sus rostros. Triana tiene muchas almas y todas llegan a su esencia verdadera.

“En er barrio de Triana, er que no sabe cantá, sabe tocá bien las parmas”

MªÁngeles Cantalapiedra

Sevilla…Gymnopédies#Mujeres descosidas#A lotro lado del tiempo