RAMOS DE LA INFANCIA

Hoy mi tierra, Valladolid, huele a incienso, lleva semanas preparándose y ha hecho de esta cuaresma que sea de las más hermosas que yo recuerde.

Hoy, Sevilla, mi Triana, se viste de gala y a incienso huele.

Hoy mi corazón se divide: mi tierra castellana y mi Sevilla, Triana de alma. Con ambas quiero estar, pero estoy donde debo estar y a ninguna les ha de faltar el cariño que les tengo. De día o de noche, con las dos estaré… Un día como hoy, domingo de Ramos, Sevilla y Valladolid comparten horas, sentimientos y emociones.

Cuando era niña, en mi reloj sin horas, había dos noches densas en que las manecillas debilitaban su peregrinaje y pasaban a ser tan lentas que mis ojos emocionados no se cerraban: la noche de reyes y el domingo de ramos…
Domingo de sol, niños y palmeras. Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos” Me decía mi madre mientras mis ojos de niña vibraban de emoción, y ella me explicaba “Niña, si no sabes de qué te hablo pues no tiene manos quiere decir que no tiene trabajo y además no sabe coser por lo tanto es pobre para poder estrenar” y yo replicaba “Pero si voy al colegio, cómo voy a trabajar y coser”

Domingo de Ramos… Encantador en una ciudad chiquita como era y es la mía, Valladolid, aquella donde los poros se dilatan para seguir absorbiendo sus viejas costumbres de ayer, esa idiosincrasia tan suya, y beber lentamente la modernidad.
Hogaño, una mañana de domingo, de ropa nueva y griterío, donde la danza está en la calle y sus gentes se pasean.
Letanías de trompetas, palmas revoloteando bajo un cielo pintado de azul, y el arte puesto en el asfalto para disfrute de sus paisanos.
He despertado soñando, palpando de nuevo mi ciudad, ese Valladolid de campo y señorío, el de ayer y de hoy, en un domingo de ramos que, aún, me sigue regalando las mismas sensaciones de antaño.
¡Ahí va la borriquilla, ahí va por Platerías! ¡Ahí va la borriquilla, ahí va por la Campana!

MªÁngeles Cantalapiedra, escritora
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