¿Rezamos?

Rezamos

Hay días que según te levantas, ya presientes que algo se torció antes de empezar, aunque lo normal es que las horas refrenden que no es un buen día. “Tú propones y Dios dispone”, es un refrán que certifica la realidad humana porque, por ejemplo, la línea que separa la susceptibilidad, el orgullo, la dignidad, el credo de cada uno, es tan fina que a veces la traspasas y todo es sensible de empeorar, de enrevesarse, de generar malos entendidos, sinrazones, al fin y al cabo, que te dejan el cuerpo del revés, tu mente desorientada y tu ánimo por los suelos…

Para esos casos, utilizo una técnica infalible: rezo. ¡Ojo! Esta acción no garantiza que cuando termines de rezar, tus problemas, tu estado anímico, todo aquello que te inquieta, esté solucionado, ¡qué va!, todo te está esperando en el mismo punto donde lo dejaste. Sin embargo, existe una sensible diferencia entre el antes y el después: esa paz, esa fortaleza o valentía que antes no tenías para enfrentarte a la bulla interior.

Y ustedes se estarán preguntando, “¿Qué reza esta hija ilegítima de Triana?” De y en abundancia, callada no puedo estar, esa es la verdad. Pero si supieran la envidia que me dan mis trianeros con dieciséis iglesias, entre parroquias, hermandades y colegios (si no me confundo porque bien pueden haber más…) y, además abiertas con horarios amplios para que sus feligreses disfruten del silencio, del tú a tú con su Virgen, con su Cristo, de los encuentros fortuitos con conocidos en la casa de Dios…, con Dios, en definitiva. Aquí, en tierra adentro, en mi Castilla del alma, eso es mucho más difícil, no siempre los templos están abiertos.

 

 

Uno de los rincones que conservo con mucho cariño es la parroquia de La O; llegué allí dejándome perder porque realmente buscaba el callejón de La Santa Inquisición o callejón de la O. Había visto un reportaje en internet de una pareja de recién casados posando por el Paseo de Nuestra Señora de la O y más tarde adentrándose por ese callejón y me pareció tan bonito y romántico que, en aquellos mis primeros tiempos de exploradora por Triana, no pude evitar anotarlo para mi siguiente viaje a Sevilla.

Y allí aparecí una mañana que no llovía, jarreaba porque ese tópico “La lluvia en Sevilla es una maravilla” es lo que es; solo les puedo contarles que todos los paraguas que tengo son comprados en Sevilla, con esto ya he dicho todo, pero mi espíritu no se achica y allí llegué recordando lo que había leído sobre el Castillo de San Jorge y la Santa Inquisición y que por aquel callejón pasaban los reos camino de la hoguera o de la cárcel para ser juzgados. Y, al salir de él, me encontré con la calle Castilla y, a mi derecha, con una Iglesia; allá que me fui a investigar.

Solo puedo decir que admiro ese espíritu solapado que llevan en los genes los sevillanos de orgullo por lo suyo que aúna fervor y amor. Debí de entrar con cara, cuerpo y alma de turista porque me cogió un sacerdote, seguramente el párroco, y me mostró con enorme satisfacción aquel lugar sagrado. Después, me invitó a sentarme y rezar con él una plegaria a la Virgen de La O. Cuando terminamos, me dijo en un susurro “La dejo para que pueda usted contarle sus zozobras, ya verá que bien la escucha”

¡Anda que me escuchó! Le conté todas mis tribulaciones laborales y terminó sabiendo más de banca que yo misma. Salí rejuvenecida, ¡ojito!, insisto que al llegar a la calle Callao tenía las mismas arrugas e inquietudes laborales, pero mi espíritu se hallaba con el ánimo suficiente para encarar los problemas.

MªÁngeles Cantalapiedra

#Sevilla…Gymnopédies #Mujeres descosidas #Al otro lado del tiempo