
Te llorarán las esquinas que aguardan la primavera y al aire las buganvillas le cantarán su saeta, porque no verán tu palio llegar donde esperan ellas. No pondrá Febo en la calle su brillo ni sus potencias para que enciendan Triana con chispas de fragua vieja, ni aplaudirán desde el cielo, en sus añiles praderas, los hijos que se marcharon para tenerte más cerca.
Se volverá loco el puente cuando repare en tu ausencia, porque no podrá ofrecerte ni su cuna ni su senda, ni sentir tu leve peso, porque flotando te llevan a ofrecerle al otro lado tu esplendor y tu nobleza esos hijos de Triana, crisol de la gente buena, que pregonan tu hermosura entre palos y arpilleras. En la otra orilla, llorando, espadañas y veletas se preguntarán por dónde, se aparecerá su prenda implorándole a los cielos, y entonces se darán cuenta que para adornar Sevilla es necesaria una Estrella.
Pero tú no podrás, Madre, ni bendecirlas ni verlas, ni iluminar sus rincones, ni engrandecer sus callejas, ni propagar el perfume del metal de las navetas, ni te anunciarán las voces que tantas veces lo hicieran, en el sosegado arrullo de tambores y cornetas. Se lamentarán las flores alzadas en sus macetas, y añorarán otro tiempo de claveles y azucenas, de nardos y campanillas mustias, ante tu belleza.
Recogerá Curro Puya el cendal de su muleta y se asomará al balcón junto a su hermana Manuela… Pero tú no pasarás por donde el gitano espera, detrás de una nube blanca, en las alturas toreras, ni podrá darte su beso de bronce y de lunas nuevas. Si tú le guardaste el luto, él te tuvo como Reina.
Ruega por nosotros, Madre, en esta angustiosa espera, confinados en tu manto confiamos en vencerla, que la gracia de tus manos sobre nosotros descienda y que reine sobre el mundo, siempre Jesús de las Penas.
Triana ya no es Triana si tú no dejas tu huella. Triana ya no es Triana… si tú no sales, Estrella.
Para Manué, un nazareno de la estrella.
José Luis Tirado Fernández