TE QUIERO IMAGINAR

Mi querida Triana…

Te quiero imaginar, ya que no te puedo ver ni palpar, solo sentir. Y te siento y te imagino guardando tus enseres para mejor ocasión, cuando el mundo vuelva a ser mundo y la vida corra de nuevo por tus venas.

Barrunto que vivimos una película de ciencia ficción mala y peor dirigida, y abocados a un escenario impreciso o, tal vez, estemos sufriendo una de las plagas bíblicas porque desde que el hombre se sintió fuerte y poderoso, no ha dejado de destruir todo su entorno, da igual que fuera grande o chico y, mira tú por donde, algo tan chico como minúsculo, ha llegado para aterrorizar al hombre, para darle su merecido, para, si tiene suerte, aprenda la mejor lección de su vida: el respeto, el amor, la tolerancia, la humildad.

Nos vemos cautivos, mi querida Triana, en la cárcel que con nuestras manos y mentes hemos construido y, tal vez, no sea mal momento para parar y pensar un poco. No hay queja posible ni aceptada; nos lo hemos buscado. Nos viene bien añorar, desear y soñar con lo que antes teníamos y no supimos valorar. Replantearnos nuestra actitud y aptitud ante la vida.

Un pequeño virus nos ha paralizado a todos. Nosotros, que creíamos ser inmensamente grandes, fuertes, recios, valerosos, ricos y opulentos, acaudalados e importantes, ¿ahora qué somos? Unos infelices corriendo a un supermercado en busca de chacinas y papel higiénico. ¡Qué ridículos somos! ¿Verdad, Triana? Tú, historia viva de siglos, que has visto de todo, ahora parece que nos acaricias como una madre dando consuelo a sus hijos ante la pataleta de haber tenido todo y todo desperdiciado por el ego, el egoísmo y tantas cosas más.

Pero también sé, Triana, que cuando esta pesadilla pase, quedarán trianeros de cuna para contar a sus descendientes que al mundo hay que cuidar, que la avaricia es un pozo sin salida, y quien nos protege esta ahí en lo alto, en ese cielo azul que despierta cada día sobre un humilde barrio llamado Triana.

Ahí están nuestra Esperanza, nuestra Estrella, nuestra O… esperando, siempre esperando, cada una en su capillita, a que regresen sus hijos pródigos a llorar sus penas, a acunar consuelo, a beber alegrías.

Sí, mi Triana, tú has visto de tó y de ello eres sabia, pues así te imagino, con los brazos abiertos, aunque vengan trúhanes a cambiarte de vestido y ponerte de moderna tratando de modificar tu esencia de barrio añejo.

Mi Triana bonita, guárdame en tu regazo mientras la tempestad amaina y yo, entretanto, te imaginaré más bonita que ninguna.

M Ángeles Cantalapiedra, escritora
©Un lugar al que llegar ©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla…Gymnopédies