TRIANA, EL NIÑO RITA Y LA BOCA DEL INFIERNO

En la revista “Mundo gráfico” del cuatro de mayo de 1932, en la página 14, aparece un reportaje sobre un personaje trianero, Antonio Expósito Ortega, arenero del Guadalquivir, trabajo, que como veremos, alternaba con la humanitaria labor de rescatar los cadáveres de quienes decidían acabar sus días lanzándose al agua. Con este título comenzaba dicho artículo:
Titulo reportajeEntre los textos, podemos leer lo siguiente:
“Antonio Expósito, Niño Rita, que así se llama nuestro héroe anónimo, vive misérrimamente de su vulgar oficio de arenero; es -decir, sacando con una barquilla desvencijada, tanto como su propia vida, hecha a embates de tiempos adversos, arena del río Guadalquivir, para luego malbaratarla a los intermediarios, que con bestias acuden a recoger las cargas a la misma orilla del río. Es oficio penoso que apenas si le da para malcomer su nutrida prole y él, que habitan en una casucha miserable, con más aspecto de barraca inmunda que de vivienda humana, en el histórico callejón de la Inquisición, a la misma vera de las aguas mansas del Betis.»

ARENAS DEL GUADALQUIVIR

No sé si se sigue comercializando la arena del Guadalquivir, porque he perdido todo contacto con la actividad comercial de rio, a la que tan ligada estuvo mi familia, como escribí en mi blog:
http://miflamencoymipoesia.blogspot.com.es/2011/06/el-ultimo-pescador.html
Las dragas eran barcos que estaban dotados de una especie de grúa que se sumergía y por un sistema de poleas se atrapaba el sedimento del rio, se sacaba y se cargaba en su bodega, para transportarlo posteriormente a una extensión donde se separaba del limo y la china, para pasar a su refinado y venta. Como podemos ver, también de manera particular se podía acumular tierra en la orilla y venderla, como lo hacia el Niño Rita.
La mayoría de los que se dedicaban a estos menesteres eran gente de Triana, dotada de gran fuerza física porque la arena se paleaba en grandes areles para su refinado, ya que se utilizaba en la construcción y la más fina para el “chorro de arena”, un sistema de limpieza de piezas para la metalurgia, descamado de pintura vieja en sitio en los que no se podía utilizar el soplete, como depósitos de combustible, etc.
Y poco más conozco del tema, sino que el último industrial arenero que conocí, Manuel, murió anciano en las tres mil viviendas, en los noventa, y que me contaba anécdotas de su oficio y de nuestro barrio. Y otro, el más conocido, Antonio el Arenero, que cantaba la soleá alfarera de manera tan dulce y tan ligada que todavía hoy se sigue su escuela.

La barca del Niño Rita

Rita Ortega Gracia, su madre, aparece en los padrones en 1875 viviendo en el número 11 de mi calle, Pelay Correa, junto a su marido, mariano Expósito. En cuanto a Antonio, aparece viviendo con dos hermanos de su madre, Francisco y Josefa, en 1897 y 1898 en Rodrigo de Triana y Alfarería, respectivamente. Hacia 1932, año de la publicación de esta reseña, le encontramos viviendo en el callejón de la Inquisición, no sabemos si como guarda de aquellas dependencias, si como merecido pago por su labor. Otra parte del texto habla del tema:
“En treinta años de labor benemérita, rendida al servicio de un ideal de humanidad, no alcanzó el Niño Rita beneficios, honores o recompensas en relación a su abnegación personal. Ni siquiera tuvieron sus hechos hazañosos la divulgación pública que merecían por su carácter humanitario y su transcendencia. Se trata de un caso de injusticia social que a nuestro juicio, debe repararse justicieramente, y el Ayuntamiento, en primer término, y otras entidades que deben encarnar el espíritu de tutela de la colectividad, están obligados a estimar en cuánto valen los servicios humanitarios de este hombre humilde que nada ha pedido, y que sin estímulos ajenos, por propia espontaneidad de su alma generosa y buena, ha consagrado su vida, ya en trance de ruina, a un ideal de humanidad, salvando muchas vidas humanas que al borde del abismo estuvieron.”

El Niño Rita y su familia

Curioso personaje, tanto por su vida como por sus obras, que conoceremos en la próxima entrega del reportaje publicado en la desaparecida revista gráfica.
Sigue el próximo domingo…

José Luis Tirado Fernández

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