Triana: La última hoguera

¿Brujas en Triana? Un historia documentada.

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María Lara, historiadora y escritora, Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia y Premio Algaba, trae al presente la faceta “mágica” del mayor imperio soñado, descubriendo hechos reales del Siglo de Oro que parecen de ficción y desmontando ingredientes de la Leyenda Negra contra la monarquía hispánica. Un viaje en el tiempo, donde al rigor científico se une la creatividad literaria, para rescatar el duelo entre las hechiceras y los inquisidores… La académica de la Academia Andaluza de la Historia presenta arraigo en Triana a partir de sus ensayos, novelas y poemas- uno de sus versos abre la carta en tres idiomas del restaurante Abades en la calle Betis-.

En este día de Halloween, en vísperas de Todos los Santos, comparte con El Diario de Triana pasajes fascinantes de su último libro, PASAPORTE DE BRUJA. Volando en escoba, de España a América, en el tiempo de Cervantes (Alderabán, 2016).

La bruja es un ser libre, carece de miedo. Sólo deberíamos acordarnos de las buenas, no tanto por su eficacia como sí por su inclinación natural. Pero el término “bruja” resulta polisémico en lengua castellana: no es lo mismo pronunciarlo con desdén que expresar afecto mediante estas cinco letras. Porque el mago gozaba de más reputación, de acuerdo a los cánones patriarcales que tristemente expulsaban del acceso a las aulas a las hembras, en Pasaporte de bruja cedo el protagonismo a la hechicera, diva en continua transformación.

Hace un par de años compartí mis investigaciones sobre la vertiente más esotérica y libertina del XVII en Brujas, magos e incrédulos en la España del Siglo de Oro, el libro con el que iniciaba la saga mágica… Ha sido maravilloso recibir los comentarios de los lectores y ver el interés mostrado por la obra en América, con entrevistas en medios de Brasil, Colombia, Estados Unidos… Consciente del dolor que durante tres centurias provocó el control de las conciencias, en este otoño vuelvo al encuentro de los lectores con Pasaporte de bruja y, echando a un lado el tormento que todos sabemos que iba adjunto a los interrogatorios inquisitoriales,  me propongo sacar del olvido algunas historias, como poco, sorprendentes, que tenían como epicentro el Guadalquivir.

Esto se debe a que era la Casa de Contratación la institución que controlaba y expedía los pasajes a Indias y, en mi nueva obra, Cleo, la bruja castellana que adquiere voz en el libro, un día pasea por Triana, disfruta del paisaje y de la alegría, consigue su “pasaporte” al otro lado de la Torre del Oro y, con la escoba y su gata Tábata, se marcha a las Indias para aunar a su don innato la herencia de los chamanes mayas.

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En la España Moderna hubo curanderas, hechiceras y nigromantes, algunos habían sido galardonados con el don de la videncia, actividad que los involucró en problemas. Ahí están Eugenio Torralba, que vaticinó el saco de Roma por Carlos V, y Lucrecia de León, implicada en un contubernio en torno a Felipe II. Otros fueron farsantes, como Jerónimo de Liébana, el embaucador que tomó el pelo al conde-duque de Olivares al prometerle un tesoro con genio incluido en la playa de Málaga. En las muchas horas de archivo y biblioteca, entre España, París y Harvard, quien escribe estas líneas confiesa que llegó a plantearse si no sería más fácil decir que volaban, en vez de desentrañar la pócima del dopaje.

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Y llegó la última hoguera. Si en 1481 se convocaba en Tablada el primer auto de fe de la Inquisición creada por los Reyes Católicos, en 1781 se encendía, también en Sevilla, el postrer brasero. El pionero fue contra judíos y, en el desenlace, durante el mandato de Carlos IV- el monarca retratado por Goya-, la víctima fue María de los Dolores López, una mujer nacida en una familia hispalense bien relacionada con el clero que a los 12 años se quedó ciega. La joven desarrolló comportamientos extravagantes, pues dormía con su confesor para «quitarle el frío», y pronto empezó a propagarse que hablaba con su Ángel custodio y con el Niño Jesús, al que llamaba «el tiñosito». El vulgo no entendía cómo podía ofrecer una descripción tan precisa de las visiones sin auxilio de los ojos y, así, se incrementó su fama de bruja a la vez que cundía el escándalo por los delitos de alcoba. A la par que se propagaba su imagen de devota, corrían los rumores de que estaba vinculada con el demonio y de que bebía un líquido que le permitía poner huevos.

Algo de demencia debía de albergar en su mente Dolores, por más que el drama en el que se vio envuelta resulte injustificable. La sentencia se ejecutó el 24 de agosto de 1781, día de San Bartolomé, apóstol de Cristo que murió desollado por negarse a adorar a los ídolos. El auto de fe se celebró en la iglesia de San Pablo y, desde el alba, sin temor a la fatiga estival, la muchedumbre se dirigió hacia el convento. Lamentablemente, en todo el mundo era común que la gente se congregara ante el derramamiento de sangre.

Por una puerta del cenobio se dio entrada desde las 5 de la madrugada a las personas «de distinción y carácter» y, a las 6, era innumerable el concurso que ocupaba el crucero. Mientras, por el Altozano de Triana, sólo se divisaban cabezas sin cara, expectantes de ver salir a la siniestra comitiva del castillo de San Jorge. El gentío era tal que el puente de barcas por el que la procesión tenía que cruzar el Guadalquivir no aguantó, al quebrarse los palos de la compuerta y la barandilla.

Castillo de Triana_ Inquisición

A las 8 de la mañana, con los ojos secos, la tez hollada de viruela y el cabello cano y sin peinar, la infeliz dejó la cárcel real, montada en un jumento con coroza pintada de llamas. A dicha hora ya estaba congregado en San Jorge el clero de la parroquia de Santa Ana, que desfiló con la cruz, a la par que un fraile mínimo exhortaba a los curiosos a rogar por la conversión de aquella endurecida pecadora. Por todas partes se escuchaban oraciones y lamentos, sólo Dolores permanecía impasible ante la pena que iba a sufrir y hasta se atrevía a trazar en el aire gestos de indiferencia. Una vez que pasaron el puente, salieron los ministros en coches de caballos y, antes de las 9 de la mañana, los tres inquisidores y el fiscal recibieron a la convicta.

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En San Pablo reinaba una excitación suma y el hacinamiento impidió que los eclesiásticos de Santa Ana ocuparan sus asientos. En el crucero se levantó un tablado al que se subía por una escalera y, en medio de él, se colocó una jaula de madera donde introdujeron a la beata, que pidió polvo de tabaco y, cuando se cansó de estar de pie, tentó los barrotes para sentarse. Al final la amordazaron para que no blasfemara, si bien varios religiosos realizaron grandes esfuerzos para redimir a Dolores, preguntando a la inmensidad de asistentes las verdades del credo para que ella se uniera a la avalancha del “público”. No lo consiguieron porque entonces no quería decir ni palabra.

Debido a la extensión del expediente inquisitorial, que ocupaba 157 hojas, se alternaron en su lectura tres personas. Los teólogos ratificaron la excomunión mayor y, con el argumento de que la irreverente mujer no quería oír la voz de Dios, el Santo Oficio la entregó al brazo secular. De haber reconocido sus errores, hasta 3 días antes del auto de fe, podría haberse librado de la hoguera según contaba, por carta a Jovellanos, fray Miguel, presbítero sevillano, el 25 de agosto: «Amado Gaspar mío. Ayer tuvimos aquí el espectáculo funesto y horrible que te anuncié el correo pasado». Después de que Dolores se fumara el puro solicitado, se le dio garrote y, de inmediato, fue pasto de las llamas.

A las 9 de la noche, aquel 24 de agosto de 1781, el viento esparció las cenizas y el estupor llegó hasta la corte prusiana. Cuando la luz de la razón se abría paso por Francia, el filósofo D’Alembert, uno de los padres de la Enciclopedia, puso el grito en el cielo.

Pero, a pesar de que la Leyenda Negra ha propagado que España fue la adelantada en la caza de brujas, en Triana se zanjó en 1781 el asunto de las hogueras, mientras que en Centroeuropa se abrirían nuevos casos, aunque no pusieran tanto en ellos el dardo de la crítica los filósofos ilustrados. Junto al Sena se habló de que había muerto Dolores mas, en menos de un siglo, llegaría la hermosa Carmen, cigarrera y trianera, el mito ante el que los franceses quedarían cautivados por la fantasía del sur en el imaginario universal.

MARÍA LARA




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