TRIANA, LOS GITANOS Y EL FLAMENCO (Segunda parte)

Hasta ahora, en la entrada anterior hemos vislumbrado, sin que eso sea absolutamente  demostrable, los asentamientos gitanos en Sevilla durante los primeros siglos de su aparición en la península, para pasar más adelante a ampliar su establecimiento en Triana, donde trabajan, fundan hermandades, viven, conviven, cantan y bailan.

El flamenco no nació en las fraguas trianeras, ni lo inventaron los gitanos. Eso es más largo de contar y más complicado de desarrollar. En el siglo XVII ni siquiera existía el flamenco y en la página que he consultado puede leerse: << No hay constancia de la intervención de gitanos en las procesiones de Sevilla; pero es razonable suponerlo por cuanto la estructura del cortejo era similar a la de otras ciudades -hasta cinco cuerpos de danzantes pagaba el Cabildo en 1697-, donde sabemos a ciencia cierta que actuaron. ¿Quién mejor que ellos podían interpretar la zarabanda, ese baile lascivo que escandalizó al Padre Mariana?>>. No sabemos a cierta ciencia lo que cantaban y bailaban los gitanos en el XVII; flamenco, desde luego que no.

Según mi convencimiento personal de que nace y procede del campo, tanto de cánticos de laboreo en el tajo como del ámbito familiar en núcleos de población –no olvidemos la ascendencia rural de los Pavones-, la llegada a la urbe de esos cantes y bailes primigenios es el germen básico de todo el cuerpo formal del flamenco y su ramificación en los distintos palos. Claro que el condicionante local de cada zona o comarca convierten en privativos o particulares cantes que llegaron por igual a otros sitios. Pensemos en el ejemplo evidente y concreto del fandango y en su cantidad de variantes, que llega incluso a originar otros palos formales como la granaína y la malagueña.

zingara

 

LA APORTACIÓN GITANA AL FLAMENCO

Parece que en los gitanos se dan unos condicionantes, bien de tipo genético o existencial, que los reviste de una habilidad especial para cualquier manifestación artística, sobre todo en las relacionadas con la danza y el canto, que los distingue por su halo. Pero además, sobresalen de manera excepcional en su dominio del tempo musical, o para que todos me entiendan, en el compás. He visto en las Tres mil viviendas a niños que apenas habían arrancado a andar, marcar a la perfección cuando sus padres los jaleaban con las palmas. También tenemos en la retina la imagen del gitano viejo con el violín, el clisé de la zíngara con el pandero y tantas y tantos otros iconos que relacionan estas artes con los calés. No es de extrañar pues, que también en el flamenco tengamos muestras de esas facultades, en el baile, el cante el toque o la percusión.

seguirá

 

José Luis Tirado Fernández

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