TRIANA, LOS GITANOS Y EL FLAMENCO (Tercera y última parte, por ahora)

No han sido pocas las aportaciones del pueblo gitano al flamenco, si nos referimos a primeras figuras del cante. Hay un factor común en todos ellos, y es la tradición oral de sus familias aplicada a lo que se canta y cómo se canta. Pero si tenemos en cuenta que la técnica -conjunto de reglas- se adquiere a base de muchas repeticiones y además apreciamos como válidos otros medios de aprendizaje –Camarón escuchaba continuamente discos, sobre todo de clásicos, como hacia Tomás con el gramófono de su hermana Pastora-  tales como grabaciones, reuniones de cabales, etc., apreciaremos la facilidad con que los cantaores pueden perfeccionar dicha técnica. Luego está el talento, claro; en flamenco, lo que natura no da, Triana no presta.

Las tonás del campo llegaron a Triana y a muchos más lugares, y en todos se fue transformando, a veces a mejor, casi siempre a mejor. Independientemente de su entroncamiento en los cantes madres de las tonás tanto como dentro de los que dieron origen a las plañideras y siguiriyas, el martinete toma el alma de los metales, se funde en herraduras y alcayatas, en los metales de las herrerías, y se disuelve a los golpes del martillo en el yunque.  La evolución de aquellas tonás hasta convertirse en martinete o en deblas, puede pasar por los ámbitos en los que fueron perfiladas, como la soleá evoluciona a partir del compás propio de estilos bailables, como el antiguo jaleo y se diversifica desde la que cantaba la Andonda hasta la que hacían los alfareros –Ramón el Ollero-, lógicamente, tiene un desarrollo distinto y más amplio por haber sido cultivada por payos y gitanos, siendo el martinete, a pesar de ser ejecutado con maestría por algunos intérpretes payos, cante característico y procedente de las herrerías regentadas por gitanos.

SEMÁNTICA DEL VOCABLO

El martinete es el son del martillo sobre el yunque. Así de simple; ¿perogrullesco? puede ser. Ensanchando la expresión, es la continua repetición del sonido de dicho impacto. Si usamos “sonsonete” para referirnos a la cadencia continuada de cualquier golpe ejecutado para imitar el tempo de la música, o si pronunciamos “soniquete” para expresar una especie de palilleo lejano o apagado igualmente repetido, deberá sernos por tanto lógica la manera de denominar a dicho sonido fragüero. Igualmente, toda melodía creada, inspirada o interpretada a su compás, y por lógica natural deberá ser llamada martinete. Pero no se acompasaron los cantes al compas del martillo, sino que al contrario, fueron estos los que se amoldaron a ritmo de las tonás. No es lo mismo perfilar una alcayata que dar forma a una pieza grande, por lo tanto, la cadencia es distinta.

EL MARTINETE EN LA SAETA

La saeta no es ninguna modalidad del martinete. En primer lugar porque la saeta no sólo es anterior a dicho cante, sino que es anterior  al propio flamenco, y tuvo su propia evolución. El martinete se suele utilizar como remate a la saeta por siguiriya, denominándose de varias maneras en sentido localista, como por ejemplo “el macho” o “la coletilla”. Tampoco se interpreta literalmente ajustándose al modelo aproximado, sino que toma del martinete algunos de sus giros melódicos, aunque se mimetiza con este fácilmente,  por ser ambas interpretaciones a palo seco.

LA DEBLA

Con respecto al término, parece que al tener el referente práctico en Blas Varea, todo el mundo conocía el cante como el “de Blas”, de donde derivó. También  puede tratarse de un canto místico, ya que en romanó debla significa “diosa”, aunque por su carácter afligido y lastimero es poco probable. Parece ser que es la toná de Triana, aunque poco hay más allá de la grabación de Tomás “En el barrio de Triana ya no hay pluma ni tintero”, sino elucubraciones sin fundamento.

Una vez enumerados los principales palos que los gitanos dejaron al flamenco y a Triana y volviendo al tema, como creo demasiado recurrente la historia de la diáspora de mediados del siglo XX hacia los barrios periféricos, acabaré sintetizando que dichos cantes fueron modelo universal y generadores de estilos y formas e inspiradores para muchos cantaores y sus cantes. Los descendientes de aquellos gitanos trianeros que involucraron su trabajo y su arte, siguen creando en las Tres Mil, los Pajaritos o el Polígono norte, barrios que son sede y escuela del flamenco de hoy día.

José Luis Tirado Fernández

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