Triana y el flamenco como forma de vida

Flamenco, modo de vida, Triana

No sólo es o aparenta ser flamenco/a  aquel/la que canta, baila o toca, sino que el flamenco puede aparecer cuando alguien habla, se viste, se peina, fuma, gesticula, etc.… de una manera determinada, o cuando dos o más personas se reúnen para charlar, beber, comer, etc.… de esa misma manera, aunque podría resultar muy complejo y finalmente imposible ponerse a enumerar y describir todas y cada una de las actitudes, posturas, frases,   expresiones, que darían un carácter flamenco a una situación.Llegó a mi negocio un hombre, que regentaba un negocio de prendas de vestir, y entablamos conversación. Se llamaba como yo, José Luis.

            -Pues yo empecé de aprendiz, con catorce años, en puente y Pellón, en Almacenes Sola.

Acudió a mi mente entonces la figura de mi abuela materna, Mercedes, y mis recuerdos de niño, aquellos en los que aparecía ella preparando su “jato” para irse a vender su ropilla. En mis primeras fotos, recién nacido, aparezco en sus brazos; ella, vestida de negro, a la puerta de su casa. En la ventana, un cartel: “Se venden retales”.

En venta yo,

mi ropita en venta, mare,

¿quién la quiere comprar?

que te la vendo por poquito dinerito,

mare, la endiño fiá

-Pues ¡qué casualidad! mi abuela Mercedes compraba en Almacenes Sola, además recuerdo haberla acompañado en alguna ocasión.

El hombre llevaba gafas, casi calvo, nariz afilada, mirada penetrante y estaba a punto de jubilarse. Se rascó suavemente la mejilla y tomó la actitud de recordar. Asentía.

-¡Claro, hombre! Yo la he atendido muchas veces, muchas, muchas… Mercedes, ¡claro que sí! tu abuela era así, así y así…

El hombre hablaba; yo repasaba mi ayer en la nostalgia de aquella mujer, madre de mi madre, que había nacido en Triana, de una familia que acababa de llegar de Antequera a principios del siglo XX, supongo que huyendo de la “jambre”. Era seria y distante, pero muy educada, equilibrada y serena, y sobre todo, buscavidas, muy buscavidas. La oía despedirse de la familia cuando salía:

– “Voy a Sevilla”

– Pero abuela, entonces, ¿dónde estamos?

– En Triana, niño, en Triana.

 



 

Era entonces la sacudida a la conciencia de nuestra identidad, esa que hoy casi hemos perdido: en Triana. Porque nosotros éramos Triana, y Sevilla, la lejanía. Y no es que nuestra puebla no formara parte de la ciudad, a la que amamos, sino que además, era un lugar del infinito, fuera del alcance de lo que está cimentado y construido, lejano y aparte de lo concreto. Cuentan que Cagancho despedía a la gente que acudía a Triana a verle, justo antes de entrar en barandilla. “Yo de aquí no paso”, esgrimía como despedida el célebre cantaor fragüero.

Ella, murió en la Candelaria, en Sevilla, lejos, muy lejos de su Triana.

-Y ¿qué le vendía usted, José Luis?

-Retales, camisetas, bragas, de todo…

El hombre volvió a rascarse la mejilla.

-¡Ah! ¡Y tu abuelo! ¡También me acuerdo de tu abuelo! Si, hombre, tenía mucho arte, con su boina y su pañuelo en el cuello, qué gracioso, tu abuelo era… “mú” flamenco.

Muy flamenco, dijo…. mi abuelo cantaba mal, no sabía bailar y no había tocado en su vida una guitarra ni para quitarle el polvo.

 

 

José Luis Tirado Fernández

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion