TRIANA Y LA CIUDAD

Triana

Una sevillana del grupo Los del Guadalquivir, dedicada a La Estrella, contenía una bella cuarteta:

Brillas en el firmamento

más allá de las campanas,

en un lugar de los cielos

que el pueblo llama Triana.

Uno se siente trianero… y profundamente sevillano. Al cabo, nuestras cofradías van a la Catedral de… Sevilla. El más bello cuadro, asomado a la calle Betis, es el lienzo de… Sevilla. Mi tatarabuela Manuela Tello Jiménez, cigarrera, trabajaba en la Fábrica de Tabacos de… Sevilla. Sevilla está presente en el devenir diario del trianero. Sevilla. Siempre presente, Sevilla, claro… entonces, ¿a quién tendemos nuestro puente?

Manuela Tello Jiménez, mi tatarabuela, y Ana Moreno Tello, mi bisabuela, venian de Triana a diario a trabajar en este bello sitio

Es nuestra trianería la que nos hace sentir diferentes, pero siempre identificados con la grandeza de esta ciudad, con respeto por esos otros que piensan diferente, como debe ser. Antes, un siglo y medio antes del puente y aparte y los candados, el Señó Manué Cagancho, el mejor siguiriyero nacido a la orilla derecha de nuestro río, tenía una especial manera de sentir Triana. Cuando alguien del otro lado venía a verle, acompañaba luego a la visita de regreso. Llegando al puente, antes de tocar baranda, Señó Manué se despedía amablemente. ¡Vaya usté con Dió, que yo de aquí no paso!

Y es que hubo un tiempo en que nuestra querida puebla nominaba sus propias calles, independientemente de las de Sevilla. La calle Rosario de Triana, la calle Sol de Triana, Concepción, Enramadilla, Pimienta, Real, San Miguel, etc., donde la gente declaraba su condición de esta manera:

Un marinero, hijo de marinero, se casa en Santa Ana. Natural de Triana… provincia de Sevilla. Con estación de tren y cementerio propios. El cementerio de San José, como ya publicamos en este diario, se ubicaba cerca del monasterio de la Cartuja, donde hoy está Torre Triana, y donde por un módico precio, se podía adquirir un nicho:

Tenía su Catedral, sus propias huertas, su puerto, sus industrias de loza y cerámica, herrerías, aceituneras, de jabones, y si quería usted una buena pianola, pues en la calle Castilla, cien años antes que Don Cayetano Piazza tuviera su fábrica de Sevilla:

Y por cierto, ya por entonces se caía la gente desde el pretil

Anda uno pregonando la universalidad de Triana, y a veces, en ráfagas de recuerdo,  se asoma por la borda de su barca ese sentimiento. -Mañana vamos a Sevilla.  -Pero abuela… ¿dónde estamos? -En Triana, niño, en Triana. Y levantando esa bandera, pero al filo de la cordura, desatiende uno los nacionalismos, responsables de tanto y tanto conflicto, y se acaba recluyendo en la humanidad. En la gente. Esa gente que da luz a la paleta de colores de nuestra vida, y sin la cual, no se entendería la existencia. Gente que va y vuelve, que nos marca, con la que sufrimos y compartimos vagoneta, que piensa diferente y con la que congeniamos en un velador. Triana.

 

José Luis Tirado Fernández

Para mi hermana Teresita.