UN MELOCOTÓN A MEDIAS CON MI MADRE

¡Buenos días, mis Trianeros! Hoy os traigo una sonrisa, esa que a veces nos regalan nuestras madres…

Era una mañana de otoño bastante mojada y de hojas que caían en un dulce vals en el asfalto cuando escuché una voz detrás de mí que llamaba a una tal Amparito. Tal fue la insistencia que me volví y encontré un hombre que corría tras de mí con algo debajo del brazo; me paré. “¿No te acuerdas de mí Amparito?” Mi cara era un paisaje otoñal con dos ojos del tamaño de un plato, pero la ilusión del hombre era grande que no le contradije. Me atizó dos besos como dos soles y me dio dos botellas de vino de esas que no llevan etiqueta y se marchó. Yo seguí mi camino hasta la residencia a ver a mi madre y cuando me vio con la mercancía cariñosamente me dijo “¡Borracha!” Yo intenté explicarla el sucedido pero fue imposible. Cuando me aburrí de escuchar a mi madre, abrí su cómoda. Dentro escondo un abridor y un par de copas… El invierno es muy largo y mientras rezamos el rosario, improviso meriendas que a ella la encantan. Pero, ¡ay ese día! Ni era la hora, es verdad, ni su cabeza estaba en su lugar correspondiente.
-¿Qué haces?
-Tomarnos el vermut con unas patatas fritas, mami.
-Ni se te ocurra, puede estar envenenado pero como tú te fías de María Santísima…
-Y de los apóstoles, también, mamá. Toma y calla.
-¿Y te dejaste besar?
-Sí, mamá, podía ser mi abuelo.
-¿Y en dónde te besó?
-En los morros… ¡Qué preguntas haces, de verdad!
-¡Ay, Dios mío, qué pendón eres!… Prueba el vino a ver cómo está…
-¿Y tú, mamá?
–Tú, primero, no vaya a ser qué me pase lo del Conde de Montecristo.
-¿Qué le pasó? Por cierto, mami, esto está de puta madre…
– No sé si fue el Conde o Franco, ya no me acuerdo… ¿Segura, no notas nada raro? Trae que pruebo…
¡Qué melocotón!… El mío, mi madre se la llevaron a comer con una sonrisa que daba gusto mirarla.
¡Lástima! No me he vuelto a encontrar con aquel hombre. Esta vez sí que le diría que era la reencarnación de Amparito o de la mona Chita, da igual, pero que me diera una botella.

¡Hasta la semana que viene mi Triana bonita!
M Ángeles Cantalapiedra, escritora
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