VÍSPERAS

Los días se apagan como mechas gastadas, Triana. Se encienden más pronto las luces de la ciudad, aunque la temperatura nos confunda y pensemos aún en los mares de verano. El viento hace volar las hojas de los árboles mientras sus desnudos hacen deshojar nuestra melancolía y, así, sin darnos cuenta, hemos llegado al epicentro del otoño, noviembre.

Hoy, a la aurora, cuando aún la luz gorgotea bostezos, he recordado mis paisajes perdidos. Abuelos, padres, hermanos, tíos, amigos… Un sinfín de instantáneas colgadas de tu memoria imposibles de repetir. Tal vez, como único consuelo queda ese peregrinaje anual al camposanto. Saludas a los cipreses, dedos de Dios poéticamente hablando. Te sientas a conversar con tumbas y crucifijos, trayéndote ausencias y recuerdos, difuminando estos días el sobrio colorido del lugar por una necrópolis que irradia remembranza a través de la blancura de ramos primorosos.

Cada uno mostramos los duelos a nuestra manera. La raza calé, por ejemplo, me fascinan por el culto y respeto a sus muertos. Después de limpiar y relimpiar la monumental tumba, porque siempre son mausoleos escenográficos, se pasan el día junto a sus difuntos, toda la familia, charlando, rezando, si bien este año lo tienen difícil con las restricciones.

Cada rincón del mundo posee sus costumbres para recordar a quien partió a cuál más bella… México sin ir más lejos.

Muchos, prefieren olvidar, pasar página e interiorizar las ausencias en silencio.

Yo, por ejemplo, me manifiesto en un crisantemo. Los crisantemos se preparan para su floración; ayer descubrí los míos repletos de botones mientras la lluvia regaba sus hojas. Me senté junto a ellos a charlar sobre la eternidad. Saben mucho del tema, no porque sean eternos, sino por ser fieles compañeros a donde van a parar nuestros seres queridos, y nosotros mismos cuando llegue nuestra hora más eterna.

Mis crisantemos hicieron sentirme tan mínima que fui feliz durante aquel instante en que la lluvia me azotaba y las diminutas flores comían del maná que llegaba del cielo. Los vi tan humildes, sencillos, generosos…, que quise ser como ellos en una mañana de otoño entretanto recordaba a mi gente.

Son vísperas de nostalgias por aquellos que se fueron, pero que siguen cosidos a nuestro corazón.

Hoy es uno de noviembre, Triana… Un camino de crisantemos, un camino de pensamientos a la sombra de un ciprés. Cada uno recuerda a los suyos, los festeja con flores y el camposanto se convierte en un jardín de primaveras otoñales…

M Ángeles Cantalapiedra, escritora

©La vida secreta de las mariposas ©Un lugar al que llegar ©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla… Gymnopédies