…y andaba el hombre en un mundo tan estrecho, que ni los codos desollados le dolían. Pensaba en ella a todas horas y el viento que le traía su rostro, todo en él le conmovía. Pensaba, que la vida no podía ser tan injusta y que abrazar su cuerpo era como abrazar su alma y el alma, el principio y el fin de la vida.
…y andaba por las tabernas como ánima del purgatorio, y en cada hueco del mostrador cantaba sus soleares y a la guitarra, el demonio. Nada le complacía y entre encajes de aguardiente y vino lloraba desde que la luna le acompañaba hasta el amanecer del día. Es una historia como muchas otras, solo en sus poros sudaba lo mucho que la quería.
Sucedió en Triana, a la verita del río, donde el rezo se hace saeta y los besos candelas que nunca se apagan y al filo de las madrugadas, de lado a lado del puente, vuelan buscando los labios de aquel que los encendió un día.
Antonio Casas Rivera
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