Y nos detenemos en la Iglesia de la O y su historia

Y si antiguos son los orígenes de la fábrica de jabón no menos son los de su vecina la iglesia de la O.

¡O Sapientia!, ¡O Adonai!, ¡O Radix Jesse!, ¡O Clavis David!,

 ¡O Oriens!, ¡O Rex Gentium!, ¡O Enmanuel!

La invocación de los títulos del Mesías precedidos por la exclamación ¡Oh! daba inicio a cada una de las viejas antífonas que se cantaban desde los primeros tiempos de la iglesia los días finales del Adviento, en las horas de vísperas, el oficio divino vespertino de la liturgia de las horas.

Y como el Adviento es el tiempo de espera del nacimiento de Jesús, la O da título a la advocación de Santa María de la Expectación, la iconografía que simboliza el embarazo de la Virgen María y la espera del parto.

Y ésta fue la advocación que eligieron los fundadores de la hermandad de la O que tiene su sede canónica en esta iglesia, a la que ahora hemos llegado, levantada sobre el primitivo hospital de Santa Brígida y de las Vírgenes Santas Justa y Rufina.

Según se recoge en el capítulo I del libro Historia de la O, escrito por José Luis Ruiz Ortega, los orígenes de este establecimiento son desconocidos por falta de documentación, pero sí se conoce que existió una romería que hacía estación a la ermita de Santa Brígida ubicada en un cerro del término municipal de Camas, devoción que debió llegar a Sevilla a través del Guadalquivir.

Santa Brígida había sido una virgen irlandesa fundadora del monasterio de Kildare que tuvo fama de impulsar la fecundidad de la tierra y de los animales. Vivió entre los siglos V y VI, llegó a ser patrona de Irlanda junto a San Patricio y su culto se extendió a Portugal e Italia en la época feudal, siendo reconocida como propiciadora de la fertilidad. Incluso se consideró comadrona de la Virgen María, extendiéndose la costumbre de invocarla en el momento del parto. Su festividad se celebra el 1 de febrero, el día antes de la Candelaria.

Los seguidores de Santa Brígida construían ermitas en cerros cercanos a las poblaciones no muy altos, a las que acudían en estación todos los días 1 de febrero. Por eso no es de extrañar que los vecinos de la calle Castilla, la mayoría labradores y hortelanos, influidos por el contacto de los devotos que pasaban todos los años por su calle camino de la ermita de la santa favorecedora de la fertilidad de los campos, pusieran bajo su amparo el hospital y la hermandad que fundaran en la segunda mitad del siglo XV.

Desde entonces la hermandad de Santa Brígida cumpliría la labor de beneficencia dando entierro a los difuntos, asistiendo a los necesitados del barrio, dotando doncellas, promoviendo el culto a su titular en la iglesia del hospital y probablemente participando y después organizando la romería anual al cerro de Camas. Con el paso del tiempo el Oficio de Olleros y Alfareros de Sevilla trasladaría el culto a sus patronas, las santas Justa y Rufina y la hermandad fundada en la iglesia de Santa Ana, hasta el hospital de Santa Brígida, lugar donde recibirían culto hasta 1616, cuando decidieron llevarse las imágenes al hospital de la Encarnación de la Cava Nueva.

Pero la llegada del siglo XVI y las reformas promovidas por el Concilio de Trento favorecerán el abandono de la costumbre de participar en estaciones y romerías, sustituyéndose por la participación en cofradías de penitencia dedicadas a la disciplina pública y la contemplación de la Pasión de Cristo. Lo que debió influir para que entrara en decadencia la romería al cerro de Santa Brígida.

Esto, junto al aumento de la devoción a la Virgen María como reacción a la negación luterana, favoreció que los miembros del viejo hospital fundaran una nueva cofradía de carácter penitencial bajo la advocación de la Expectación de María, como era de esperar de unos devotos de Santa Brígida.

Las primeras reglas de la Hermandad de la O datan de 1560 y en ellas se especifican que deben mantenerse las costumbres antiguas de celebrar la fiesta de Santa Brígida y la procesión de las Santas Justas y Rufina hasta la iglesia de Santa Ana.

En 1615 se le da la categoría de auxiliar de la parroquia de Santa Ana a la que ya era conocida como iglesia de la O, para de esta forma poder asistir al extenso vecindario que ya se congregada en su zona, estando autorizada a bautizar, dar la comunión y la extremaunción. Esto implicó que se comenzara a rendir culto al Santísimo Sacramento en la iglesia de la calle Castilla, devoción que persistió a pesar de retirársele la categoría de ayuda de parroquia en 1628.

El viejo hospital y su iglesia se derribarían en el año 1697, levantándose el actual a expensas de los hermanos y vecinos, una iglesia de tres naves separadas por columnas de mármol rojo, cubierta la nave central por bóvedas de cañón. Fue consagrada en 1702. La portada está fabricada con mármol rosado con fustes lisos de orden toscano, sobre la que aparece un friso rematado por un frontón partido que alberga un gran escudo con una O sostenido por ángeles. A ambos lados veréis el primer y último azulejo del Vía Crucis del año 2007.

La torre, levantada en 1756 tras la caída de la antigua a consecuencia del terremoto de Lisboa del año anterior, es uno de los más bellos campanarios barrocos de Sevilla. Pero lo que verdaderamente destaca en ella es la decoración cerámica.

El remate del cuerpo de campanas está formado por azulejos blancos y azules, presentando su chapitel una forma bulbosa muy original y poco común en la ciudad, además de estar escoltado por pináculos de loza vidriada del mismo color. Aunque el tesoro que la torre conserva son sus cuatro tableros cerámicos.

El más alto representa la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, muy deteriorado pero restaurado en 1994. Después veréis el retablo dedicado a Nuestro Padre Jesús Nazareno.

En el rostro del nazareno apenas se adivina dolor. Su mirada resignada y complaciente la dirige al pedregal sobre el que anda; su cuerpo, no denota la delgadez a la que le llevó su forma de vida y los castigos recibidos. La túnica nazarena con la que cubre su cuerpo, no está raída debido a los latigazos (…) En lontananza no aparecen amenazantes nubarrones oscuros, en su frente no gotea sangre de la corona de espinas, su cabeza desprende un difuminado halo de luz, como los resucitados, y los montes pintados con colores claros, alegres, apenas dan sensación de lejanía.

 

De esta delicada forma Lo describe el escritor y vecino de la calle Castilla, José Manuel Piñero, en la Revista Triana  publicada en el invierno del año 2014, además de transcribir el texto del azulejo y traducir los acrónimos que aparecen a sus pies:

Hijas de Jerusalén: No lloréis por mí…  sino llorad

por vosotras mismas, y vuestros hijos. Año de Cristo 1760

 

Más abajo existe un pequeño retablo dedicado a San Andrés, el patrón de los alarifes y albañiles, con un letrero a sus pies que recuerda que la torre se acabó en 1699 y se rehízo en 1756. Y por último el azulejo alegórico del Santísimo Sacramento, una O coronada escoltada por dos angelitos que alberga en su seno el viril con el Santísimo. Como anécdota sabed que fue recolocado en 1994 sobre un pequeño ojo de buey de la torre, donde se había encontrado durante la restauración un bebé momificado, vestido con ricos ropajes del siglo XVIII.

Pero el verdadero tesoro de esta iglesia está en su interior y son las imágenes titulares de la hermandad:

María Santísima de la O fue tallada por Castillo Lastrucci en 1936 para sustituir a la anterior imagen, una dolorosa del siglo XVIII que fue muy dañada en el asalto que sufrió la iglesia el día que comenzara la Guerra Civil. Fue coronada canónicamente en el año 2007.

A la voz de mi capataz

pongo mi fe costalera,

no me llores Madre mía,

que es mi alma quien te lleva,

y Tú la luz que me guía.

 

Calle Castilla es tu cuna,

y es Triana quien te tiene,

mientras dice el río a la luna

que entre todas las mujeres

más guapa que tú no hay una.

 

Madre mía de la O.

quisiera ser alfarero

de tu vasija de amor,

y en el barrio trianero,

tu más humilde cantor.

Esta saeta fue compuesta por Manuel Rodríguez Pedrinazzi en 1999 y después dio título a la marcha procesional A la voz de mi capataz, del mismo autor.

En un retablo neoclásico de la nave de la Epístola se venera la Virgen de la O Gloriosa, obra del siglo XVIII que sostiene entre sus manos el libro con las antífonas que dan título a su advocación.

Y Nuestro Padre Jesús Nazareno, una talla de cedro policromado hecha por Pedro Roldán en 1685, una imagen del nazareno de faz resignada, mirada dulce y postura humillada por el peso de una cruz revestida de carey y plata, traída en 1713, según la leyenda, por unos marineros como promesa por haber conseguido salvarse de un terrible naufragio. La talla fue destrozada a hachazos durante los sucesos de julio de 1936, siendo restaurada proverbialmente por Castillo Lastrucci un año después. En la actualidad se encuentra en la capilla Sacramental de la iglesia, construida a principios del siglo XX, ocupando un original y bello retablo realizado en cerámica vidriada y azulejos. Como el resto de la capilla, también recubierta de azulejos, salió de los hornos de diferentes ceramistas de Triana.

Dios humanado, Padre amoroso,

dadnos piadoso la salvación.

Triste de hinojos la suplicamos

y la esperamos, de tu pasión.

Así dice el estribillo de las Coplas para Nuestro Padre Jesús Nazareno escritas por el organista y compositor Manuel Lerdo de Tejada en 1892.

Y así le escribió en 2001 Félix Brun Vaquero:

Nazareno de la “O”
con tu Mirada serena
tu rostro lleno de amor,
tú vas mitigando penas,
tú vas aliviando el dolor.

Una de las actuales seis hermandades de penitencia de Triana, la de la O presume de su servicio a la archidiócesis sirviendo su iglesia de parroquia ya definitivamente desde 1911, dando culto a sus titulares y realizando estación de penitencia todos los Viernes Santos hasta la Catedral. Aunque no siempre fue así, porque las hermandades de Triana acudían en Semana Santa a la iglesia de Santa Ana, al menos desde el sínodo de 1604 cuando el cardenal Niño de Guevara estableció esa obligación. Hasta que llegando 1830 y sin que en los archivos de la hermandad se hayan encontrado los motivos exactos, decidieron cruzar el inestable puente de barcas y hacer estación de penitencia hasta la catedral en la madrugada del Viernes Santo. Era la primera hermandad de Triana en hacerlo.

Con las debidas precauciones, sin consentir que pasase nadie más que los nazarenos y el acompañamiento, la procesión entró por el puente con tan devoto silencio, que se oían las pisadas y el recrujir del tablazón al avanzar las pesadas andas.

De esta forma describen ese histórico momento las crónicas de la época recogidas en los Anales de las Cofradías de Sevilla publicados en 1994 por Carrero Rodríguez.

Hace veintiún años, la Hermandad de la O recuperó la celebración del día de la Esperanza y la Expectación de María, el 18 de diciembre, con la tradicional Candelá la noche de la víspera, encendiendo luminarias y fuegos de artificios en la torre de la iglesia, desde donde se tocan clarines para anunciar la alegría de dicho día.

 

Continuará.

José Javier Ruiz,  del libro “Callejeos por Triana”

 

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